El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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miércoles, agosto 29, 2007

Literatura

Recomendaos:

La sombra del tren, Marcelino Iglesias. KRK, Uviéu, 1998.
Asturias: el valle minero en los días de la revolución del 34, las jornadas vertiginosas previas a la Guerra Civil, los años negros de la dictadura después... Un niño evoca, en diálogo amistoso con el deforme Zacarías, aquellos tiempos de ilusión revolucionaria que desembocaron en represión y silencio de muerte.
A través de esa figura conmovedora de Zaca «sabio popular, espía de la causa obrera, enamorado de la belleza y del diccionario» se alcanza el ámbito del conocimiento, y aquel niño puede reordenar ahora las palabras que alumbraron su conciencia y dieron forma a un modo de sentir...

http://www.krkediciones.com/fichaLibro.php?l=176

Los apóstoles rojos, Víctor Manuel Fernández Alonso. Azucel, 2004.
El libro (...) narra la historia de un grupo de mineros que deciden pasar a la acción y convertirse en guerrilleros para luchar contra el fascismo. La novela, ficticia pero ambientada en el ambiente real de los últimos años de la Guerra Civil y los primeros de la posguerra, podría estar localizada, según su autor, "en cualquier lugar de las cuencas mineras, porque esta zona sabe realmente lo que es sufrir y luchar por uno de los derechos más inherentes al ser humano: la democracia"...
http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=156072

País, una traxicomedia asturiana; Adolfo Camilo Díaz. Madú, 2004.
PAÍS pue lleese como una tesis doutoral: "Hipótesis: Asturies ta enlleno delatores, Tesis: Asturies da les bocaes, Síntesis: Vivir n`Asturies ye un actu de necrofilia". Tamién se pue lleer como un prospetu: "Manual d`usos y abusos del perfeutu idiota asturianu". Hai quien aconseya lleelo como una novela: "Dirty Realism d`escombrera y fondos mineros". ¿Y un poema? : Asina lo interpreten los pastilleros ¿Y una páxina del BOPA?: Los conceyales de cultura traguen pa con esa posibilidá "PAÍS bien pudiere ser una obra teatru. Fala d`un tiempu y d`un espaciu asumibles, reconocibles, compartibles, odiables na so cercanía, coleutivos y intresferibles Entrañables, si entraña ye víscera y corazón. Ná nun tien que ver con "Cuéntame" o con "Los 80". Eso sí, ríeste muncho más anque la risa te duelga al final...
http://www.edicionesmadu.com/madu/02/productos/producto1430.html

La cueva del olvidu, Xuan Bello. Ámbitu, 2007.
Xuan Bello, cola so prosa tresparente y poderosa, avérase a la vida d'Evaristo Santos, el teniente Coné, últimu supervivente del Batallón Comunista de Boo. Nun cruce nel que s'atopen la realidad histórica, la ficción y l'autobiografía, l'autor de Paniceiros somórguiase na memoria d'un país qu'hai tiempu que cansó de selo...
http://www.lesnoticies.com/index.asp?cod=570&idage=759&te=118&vap=0&acc=hinfo

Los falapios del xigante, Miguel Solís Santos. Editora del Norte, 2005.
Los falapios del xigante narra un viaje a través de las generaciones que vivieron los últimos años del franquismo y las nuevas luces de la transición. La historia comienza en el año 1968 y de la mano de esta historia política llega el apasionado desarrollo de la novela. "La trama nos lleva a sensaciones de solidaridad, tensiones, traiciones y amores prohibidos", explicó el autor...
http://www.lavozdeasturias.es/noticias/noticia.asp?pkid=205378

Sencia, Xilberto Llano. Vtp, Xixón, 1998.
Un alcalde de l'Asturies interior empéñase en negociar la construcción, nel so conceyu, d'un gran embalse que recueya agua destinao a la meseta...
http://vtpeditorial.com/Asturiano/sencia.html

Rebelión en Asturias, Albert Camus; prólogo de David Ruiz; estudio de José Monleón. Ayalga, Salinas, 1978.
Cuando en 1934 la derecha española reprimió cruelmente una rebelión minera en Asturias, Camus y Siscard, Bourgois y Poignat, crearon una pieza de teatro en la que denunciaban el hecho y se mostraban a favor de los mineros...

Escrito na ceniza, Xosé Nel Riesgo. Academia de la Llingua Asturiana, 2006.
Escrito na ceniza quier facer un homenaxe a una xeneración rural perdida que sufrió la posguerra nes aldees y emigró en masa pa les barriaes urbanes, onde acabaron diliéndose pa siempres nel escaezu de la so identidá, per aciu d'un premeditáu despreciu institucional pa col so saber facer, tar, falar y sentir.
Fala d'un tiempu y d'una Asturies que nunca más nun van volver, masque dexaren pa siempres en munchos y munches compañeros y compañeres de xeneración un posu d'entendimientu de la tierra y la so xente que-yos da'l sen.

Los jinetes del alba, Jesús Fernández Santos.
Novela que transcurre en torno al balneario de Las Caldas, en los días inmediatamente anteriores y posteriores a la Revolución de Octubre de 1934.

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Vísperas de libertad, gérmenes de discordia. La militancia comunista en Asturias en el umbral de la Democracia

De la noche franquista al amanecer de la democracia: un partido en expansión

En junio de 1967, un examen por provincias de la situación organizativa del PCE arroja para Asturias un total de 753 militantes y 182 simpatizantes.1 Con datos referidos únicamente a la mitad de las provincias españolas, y teniendo en cuenta la ausencia de información sobre el PSUC, así como de Vizcaya y Sevilla entre otras, la organización asturiana viene a representar aproximadamente un 10% del total de efectivos encuadrados por el Partido en el interior del país, tan sólo superada por Madrid (aunque cabe suponer que también Barcelona cuente con un mayor número de militantes). La estructuración organizativa comprende en esta fecha un Comité Provincial, comités locales en Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Mieres, Turón, Oviedo, Gijón y Avilés y en más de una veintena de pozos y fábricas. A su vez, las Juventudes Comunistas tienen presencia en Oviedo, Langreo, Mieres y Gijón. El aparato de propaganda edita con cierta regularidad el órgano del Partido, Verdad, un periódico dirigido al movimiento obrero, Asturias, y otro de temática cultural, Clarín. Un balance relativamente favorable que ofrece, no obstante, notorias debilidades. La presencia es apenas significativa entre las mujeres (19), los campesinos (11) y lo que el informe designa con los imprecisos epígrafes de “clases medias” (23) e “intelectuales” (25).

Los estudiantes plenamente encuadrados no superan la docena, aunque arropados por una orla más extensa de simpatizantes más o menos activos, y los jóvenes suman 61, también reforzados por su presencia en clubs juveniles, de modo que en estos dos sectores la capacidad de actuación de los militantes comunistas y las posibilidades de movilización resultan apreciables. Pero, de acuerdo con su perfil tradicional de arraigo entre los mineros y en algunos enclaves metalúrgicos, la fuerza del PCE asturiano sigue residiendo indudablemente en el movimiento obrero, donde el desarrollo de Comisiones Obreras ha permitido en el año anterior obtener en las elecciones sindicales 56 enlaces y 35 jurados de empresa, si bien este auge ha empezado a resentirse de los embates represivos, que han conducido a prisión o llevado a la clandestinidad a los integrantes de la Comisión Provincial de Mineros.

Aunque el Comité Provincial es relativamente amplio, la clave de bóveda de todo el entramado clandestino del PCE descansa en estos años en unos pocos cuadros de dedicación absoluta: Horacio Fernández Inguanzo El Paisano, Ángel León Camblor y Julio Gallardo Alba El Moreno. Revestidos de una autoridad indiscutida que, en el caso del primero, se acompaña de una aureola casi mítica, el funcionamiento se basa en una tupida red de contactos personales que eventualmente incluyen reuniones más amplias. Entre los dirigentes clandestinos profesionalizados y la militancia obrera más tradicional se ha establecido una fuerte identificación que acabará por revelarse como un problema en el momento que se produzca la sucesiva detención de quienes han sido piezas clave a lo largo de años. Las formas personalizadas de relación y los hábitos de trabajo heredados de tiempos más duros se resistirán a transformaciones que incluyen órganos colegiados de dirección y moldes más abiertos, dentro de un franco proceso de diversificación de la base militante y de los frentes de lucha.2 Así se pondrá de manifiesto cuando, tras las sucesivas “caídas” de Horacio F. Inguanzo, Julio Gallardo y Ángel León, un nuevo equipo dirigente -más joven, de predominio no obrero y sin clandestinos de dedicación exclusiva - tome las riendas a comienzo de la década de los setenta.

Los ambiciosos objetivos formulados con ocasión de la campaña de fortalecimiento del Partido afrontada en 1970 (triplicar el número de militantes y la difusión de materiales, formar nuevos comités, extenderse entre los campesinos, organizar cursos…)3 dejan paso a un período contradictorio de dificultades organizativas en los bastiones tradicionales y ampliación de la influencia en sectores nuevos. En cualquier caso, el PCE asturiano ha dejado de constituir la referencia que había sido para el resto del Partido diez años antes y manifiesta serios retrasos en la plasmación de objetivos prioritarios como el fortalecimiento de su presencia en los movimientos de masas y la concreción de alianzas con otras fuerzas.4

Las dificultades de la organización asturiana persisten hasta el umbral de la Transición, especialmente en relación con el desarrollo que se está produciendo en otras zonas del Estado. Para abordar el estancamiento que en muchos terrenos se advierte tendrá lugar la I Conferencia Regional, celebrada en maratonianas sesiones durante dos días en París en junio de 1974, con asistencia de 34 cuadros del Partido en Asturias. De forma recurrente, las intervenciones giran en torno al desfase entre los objetivos planteados en lo que se percibe como la antesala de la conquista de las libertades y la precariedad de la organización que debe acometer esa tarea. La consigna de crear condiciones para una huelga general contra la carestía de la vida aparece como irrealizable en muchos de los ámbitos donde la organización está presente si se tiene en cuenta lo reducido de sus efectivos y la modestia de las acciones que están siendo capaces de desarrollar. El optimismo, en buena medida insuflado desde el exterior, encuentra a menudo sus límites en la realidad concreta en que se desenvuelve la militancia.

Respecto a la década anterior, las transformaciones más notables guardan relación con los progresos experimentados en medios no obreros. La sensible expansión conocida en Oviedo - una localidad tradicionalmente adversa- constituye el más claro reflejo de ello: una organización universitaria vigorosa complementada por militantes de Enseñanza Media y de las Juventudes, la apreciable presencia entre los trabajadores de banca, la actividad desplegada dentro del Club Cultural, la hegemonía alcanzada en el Colegio de Doctores y Licenciados, una influencia extraorgánica en sectores profesionales (abogados, médicos, economistas, arquitectos), la participación en los movimientos de profesores no numerarios (PNN) y médicos internos residentes (MIR) y, más reducida, en ANA (Amigos de la Naturaleza de Asturias), la única asociación ecologista existente, dan cuenta del inusual perfil que presenta la militancia comunista en la capital, donde, por el contrario, persiste la debilidad en los movimientos obrero, vecinal y de pensionistas. Es también en Oviedo donde se aprecia una tímida toma de contacto con las expresiones regionalistas y donde el comité local se desenvuelve con una mayor autonomía, seguramente en correspondencia con una organización joven y heterogénea.5

El funcionamiento orgánico es precario, en cambio, en las comarcas obreras donde el asentamiento ha venido siendo más sólido. Tanto Gijón como las cuencas del Nalón y del Caudal se hallan inmersos en procesos de renovación y ampliación de sus comités locales, cuyo funcionamiento adolece de serias deficiencias. Fuera de estas zonas, Avilés sigue constituyendo un territorio hostil donde, pese a haber rebasado los confines de la factoría de ENSIDESA, las posibilidades de actuación son limitadas, con fuerzas reducidas e iniciativas tímidas ante el retraimiento general del entorno. A su vez, Grado representa el único enclave de predominio rural donde se ha estabilizado una presencia comunista basada en mineros del caolín, con algunos estudiantes y profesionales y un vigoroso club cultural. Los obreros de la minería y el metal siguen representando, con la parcial salvedad de Gijón, donde la composición es más diversa, el grueso de la militancia en todas estas comarcas. A caballo entre las luchas estudiantiles y el movimiento obrero, los núcleos locales de Juventudes, en rápido desarrollo tras una reciente crisis, carecen de una coordinación efectiva a nivel regional y se resienten de cierta falta de perspectivas que los reduce habitualmente a la tirada de octavillas y la realización de pintadas, actividades, por otra parte, de alto riesgo que suelen ser motivo de detenciones.

Una red de sociedades culturales de signo antifranquista (tres en Gijón y una en Mieres, Langreo, El Entrego, Oviedo, Avilés y Grado) que vienen actuando como espacios propicios para la socialización de ideas y la confluencia de militantes de diversos movimientos constituyen un escenario preferente de trabajo en el que los comunistas tienden a ejercer la hegemonía o incluso, en algún caso, el monopolio.6 En los inicios de la década, estas entidades, con un status legal y un funcionamiento abierto, habían permitido la subsistencia de la nueva estructura clandestina en un momento especialmente adverso. Pero, a la altura de 1974, se echa en falta una política definida y se acusan tendencias endogámicas que privan de una mayor proyección pública a sus actividades (conciertos como los de José Afonso y Enrique Morente han pasado casi desapercibidos fuera del ambiente de las culturales, se señala),7 si bien la celebración anual, desde 1972, del Día de la Cultura en Gijón está inaugurando una combinación de los aspectos lúdicos, culturales y políticos llamada a convertirse en un acontecimiento de masas.

Los comunistas asturianos lideran además un combativo movimiento de pensionistas y son la pieza principal, tanto en términos de recaudación económica como en cuanto al número de beneficiarios, de un fondo solidario de ayuda a presos y despedidos (FUSOA). Su presencia es mucho más exigua entre las mujeres, donde los esfuerzos por alentar el Movimiento Democrático de Mujeres se han saldado con un fracaso. El panorama apenas ha cambiado respecto a la década anterior: un puñado de amas de casa, casi siempre ligadas al Partido por tradición familiar o matrimonio, están encuadradas en la organización, relegadas a funciones subsidiarias, poco valoradas y escasamente atendidas, salvo cuando se relacionan con el aparato de propaganda y las tareas clandestinas. La misma percepción de relegamiento tendrán las primeras en aproximarse desde el movimiento obrero en alguna fábrica gijonesa.8 La participación en asociaciones de padres y de amas de casa resulta aún débil, en tanto que el asociacionismo vecinal, aunque en 1974 no ha llegado a eclosionar, ofrece algunas experiencias notables, destacando las de La Calzada (Gijón) y Barredos (Laviana), en ambos casos alentadas conjuntamente por cristianos y comunistas.

Pero las más serias deficiencias organizativas se hacen sentir en lo que ha sido siempre el corazón mismo del comunismo asturiano. El movimiento obrero atraviesa una precaria situación que concentra las preocupaciones del Comité Provincial, que reclama tanto un incremento de la actividad como un mayor control sobre el desarrollo de los conflictos, aquejados a su juicio de una excesiva espontaneidad. Desde el Partido se está promoviendo un intento de relanzamiento que no sólo avanza con exasperante lentitud sino que provoca además resistencias en lo referente a una renovación de personas y métodos que está resultando traumática y ya ha dado lugar a tensiones con cuadros obreros en Gijón y Laviana.9

En Comisiones Obreras, la Coordinadora Regional y las locales, afectadas por los despidos de buena parte de sus integrantes e incapaces de superar una inercia de funcionamiento cada vez más inoperante, han entrado en descomposición. La dirección del Partido, integrada mayoritariamente por elementos de extracción no obrera, se siente atenazada por este problema, que resulta vital de cara a un relanzamiento de la movilización, pero carece de soluciones, encontrando no pocas dificultades para conectar con el componente más tradicional, en contraste con su sintonía respecto a las incorporaciones procedentes de nuevos sectores de militancia. Por extracción y sensibilidad, se encuentran más próximos a la joven organización ovetense que a la tradicional reserva que representan las cuencas mineras.10

La I Conferencia Regional se corresponde con un momento en el que todavía se arrastran problemas derivados de la difícil transición entre los moldes organizativos de la década anterior y los nuevos planteamientos de dirección colectiva y descentralización, así como entre un partido de abrumador predominio obrero y otro de base más diversificada. Las cuestiones orgánicas relacionadas con estas transformaciones constituyen el motivo principal de su convocatoria y presiden sus sesiones. En los casi tres años que median hasta la legalización, un crecimiento tanto cuantitativo como cualitativo que representa una auténtica metamorfosis convertirá al PCE asturiano en una genuina organización de masas. Por su tamaño, implantación, capacidad de elaboración y potencial de movilización, los comunistas representan, en el umbral del acceso a la legalidad, una fuerza social de primer orden que alberga ambiciosas expectativas. En cifras que no encuentran parangón en ninguna otra formación política en Asturias, los 3.793 carnets de afiliado repartidos antes de la II Conferencia Regional, celebrada en vísperas de la legalización, llegarán a convertirse un año después en 9.606. En la III Conferencia Regional (marzo 1978) están representados 10.000 afiliados, en tanto que la UJCE ha llegado a contar con 2.500. Mundo Obrero difunde en marzo de 1977 10.000 ejemplares y alcanza la cota de 14.000 en enero de 1978, mientras el órgano del Comité Regional, Verdad, mantiene una tirada que puede llegar en algunos números a los 8.000 ejemplares, aunque su venta no supera los 6.000.11

Un crecimiento de semejante magnitud conlleva una notable renovación de la militancia. Numéricamente, los afiliados recientes y las generaciones más jóvenes se convierten de pronto en mayoría. Los trabajadores no manuales, profesionales y estudiantes se multiplican por diez y los ámbitos de influencia del Partido se diversifican al máximo. La vieja organización de corte más bien monolítico se ve atravesada ahora por profundas diferencias en cuanto a experiencias y culturas militantes. En muchos sentidos, los moldes que históricamente han caracterizado al Partido en Asturias se han visto desbordados y su textura se ha vuelto acusadamente heterogénea respecto a los tiempos de abrumador predominio obrero y férreo sentido de la disciplina. Por el momento, las tensiones que esta metamorfosis encierra permanecen larvadas en el seno del núcleo de dirección, en tanto que la militancia discurre a menudo por cauces paralelos que encubren las diferencias hasta que la crisis se
manifieste de forma brusca en los prolegómenos de la III Conferencia Regional, desembocando en una fractura que conmueve las estructuras del edificio tan trabajosamente construido. Las razones explícitas de esta crisis hacen referencia a divergencias ideológicas, estratégicas y organizativas, pero su lógica remite igualmente a diferencias de sensibilidad y afinidades entre los diversos componentes de la militancia que guardan estrecha relación con la trayectoria reciente de la organización asturiana.

Culturas militantes

La recién estrenada legalidad y las tareas políticas de la Transición acabarán por configurar un nuevo escenario en el que la diversidad interna se pone de manifiesto sin la contrapartida de la cohesión proporcionada por el objetivo común de la lucha clandestina antifranquista en la que se ha forjado su militancia. Sensibilidades, culturas, lealtades, propuestas políticas y corrientes ideológicas diferenciadas se revelan cuando el Partido emerge públicamente con una fisonomía que le aleja de sus perfiles tradicionales. Fruto natural del crecimiento experimentado y de la pluralidad interna que lo acompaña, la síntesis resulta, no obstante, compleja e inestable. En buena medida, las diferencias que pueden ser apreciadas en el seno de la militancia comunista están conectadas con los medios sociales en que ésta se desarrolla y contienen un componente generacional acusado. La relación mantenida con la clandestinidad, que modela un tipo determinado de militante, y la extracción social o el frente de lucha en que se inserta cada cual prefiguran afinidades y patrones de conducta.

El PCE se había distinguido históricamente en Asturias por un marcado carácter proletario en su composición y obrerista en sus planteamientos y concepciones, la solidez de sus raíces y la pobreza teórica de sus reflexiones. Un partido de activistas abnegados y disciplinados, de larga tradición, refractario a las divergencias internas y al debate ideológico. La lucha parece absorber todas las energías, posponiendo sine die la reflexión teórica o estratégica y el análisis sobre la realidad asturiana. La urgencia de las tareas inmediatas sirve como justificante de esta desatención endémica: las intervenciones de los asistentes a la I Conferencia Regional giran insistentemente en torno a la carencia de cuadros con una mínima formación y reclaman la organización de cursos a tal efecto, pero precisan al mismo tiempo que la prioridad reside en cuestiones prácticas que proporcionen herramientas para el análisis de la coyuntura y argumentos para el discurso, desdeñando expresamente la teoría en la medida en que no resulte útil para la acción concreta. En estas preocupaciones no deja de pesar la consciencia de que muchos militantes, antifranquistas decididos pero carentes del más mínimo rudimento de marxismo, se están empezando a ver desbordados por la aparición de nuevos grupos (trosquistas, maoístas…) mucho más débiles pero con cuadros mejor formados y de oratoria más fluida.12

Esta tendencia a la penuria teórica, revestida incluso de un punto de desprecio en ocasiones, en una organización acostumbrada a “grandes verdades, muy claritas e inamovibles, que no aceptan la duda”13 se ve rota de forma parcial por la militancia más joven en los años de la Transición. Como si estuvieran inmersos en una burbuja que los separa del resto, la organización juvenil y, sobre todo, la universitaria muestran un inusitado interés por las cuestiones ideológicas y teóricas, a las que dedican un esfuerzo considerable. Se trata, por otra parte, de una exigencia inexcusable en el clima febril del momento, en el que proliferan formaciones juveniles y estudiantiles de la más diversa raigambre y las asambleas son el escenario primordial del debate entre unos universitarios en constante tensión movilizadora. El salto existente entre el grueso del Partido y las discusiones cultivadas por los estudiantes es abismal. En la Universidad se está debatiendo sobre la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la Cultura y sobre la revolución científico-técnica a partir de una bibliografía selecta. Los clásicos del marxismo (Marx, Engels, Lenin), Gramsci, los estructuralistas franceses (Poulantzas, Althusser), el cierre categorial de Gustavo Bueno y autores como Samuel Lylle, John D. Bernal o Radovan Richta, cuya obra La civilización en la encrucijada es de referencia obligada, constituyen un corpus de lecturas básicas. En este ambiente, la autoridad del libro es sagrada y cualquier discusión queda zanjada si uno de los interlocutores desconoce las obras. Esta pasión por la teoría se convierte incluso en una eficaz protección contra las infiltraciones policiales en los niveles de dirección desde el momento en que fabricar un dirigente capaz de sostener un discurso teórico creíble se vuelve una ardua tarea que requiere un considerable bagaje de lecturas.14

La importancia conferida a los aspectos teóricos y a la discusión sobre cuestiones ideológicas y estratégicas se liga a un gusto por la polémica y las actitudes críticas que convierte a los universitarios en elementos incómodos fuera de su propio ambiente. Para la dirección del Partido, aunque la estrategia general no llega a ser discutida hasta muy avanzada la Transición, encierran un riesgo permanente de contestación de sus decisiones mediante discursos bien fundamentados. Quizá por ello, los dirigentes estudiantiles permanecen confinados en la Universidad, sin ser incorporados al Comité Regional. Entre los cuadros obreros y los militantes más veteranos, acostumbrados a limitar las discusiones a la búsqueda de la mejor forma de poner en práctica consignas que en ningún caso se cuestionan, se produce una mezcla de fascinación por la oratoria de unos jóvenes formados teóricamente y de instintiva desconfianza hacia la solidez y consistencia que pueda haber tras esa deslumbrante fachada. Más aún cuando, al coincidir en las mismas agrupaciones tras la legalización, históricos militantes revestidos del prestigio de largos años de clandestinidad se sienten desplazados por estos recién llegados.15

En un plano más general, hayan accedido o no a la Universidad, las nuevas generaciones recién incorporadas a la militancia son portadoras de preocupaciones y actitudes que marcan un desfase generacional que no deja de ser reflejo del existente en el conjunto de la sociedad, superpuesto a rasgos específicos de la tradición comunista y las especiales condiciones de la clandestinidad. Las distancias eran menores en la década de los sesenta, cuando el reclutamiento de jóvenes descansaba primordialmente sobre hijos de militantes cuya actividad se centra en prestar cobertura a los conflictos obreros y asumir tareas de difusión de propaganda. En la Universidad, a la que los hijos de los trabajadores aún no han accedido y la politización se produce por otras vías, el recelo que provoca la anómala frecuencia de hijos de policías y otros elementos del Régimen es compensado por éstos con actitudes marcadamente obreristas. Pero en los años setenta las vías de incorporación a la militancia se han diversificado y la estela de Mayo de 1968 se hace sentir a través de cambios culturales profundos. En contraste con sus mayores, estos jóvenes confieren una notable importancia a la expresión musical, las formas de ocio y las cuestiones estéticas, así como a nuevas formas de relación entre sexos.

Este fenómeno desborda el movimiento estudiantil, afectando al conjunto de las Juventudes y alcanzando incluso enclaves tan tradicionales como las cuencas mineras. A caballo entre dos realidades sociales y culturales, los hijos de mineros ingresados en la Universidad comparten con jóvenes incorporados a la vida laboral espacios e inquietudes comunes. En El Entrego surge en 1975 una singular experiencia cultural que, bajo el nombre de Camaretá, se constituye como colectivo donde se combinan pintura, literatura y música, dentro de preocupaciones como la recuperación del bable y la identidad asturiana. De su seno nacerá Nuberu, el más destacado exponente del Nuevu Canciu Astur, y también un manifiesto sobre la cuestión regional que, a través de las páginas de Verdad, servirá de revulsivo para suscitar una primera reflexión en el PCE asturiano sobre un tema apenas atisbado hasta entonces.16 En su entorno, el periodista Pedro Alberto Marcos, algún integrante de la banda de rock Stukas y un grupo de militantes universitarios entre los que se encuentra el responsable político de la organización universitaria, Benigno Delmiro, configuran un panorama que rompe con la configuración de partido obrero y de rígido aparato que siempre había distinguido al valle del Nalón.

Para estos jóvenes, los espacios de relación giran en torno a realidades que los alejan de la sensibilidad de sus mayores. La discoteca Madison, el rock progresivo (Pink Floyd, The Doors…), las sustancias psicodélicas, el amor libre, las indumentarias desaliñadas y las largas melenas constituyen referencias generacionales que se avienen mal con los estrictos cánones que han observado durante toda su vida los cuadros más veteranos.17 Para éstos, crecidos en las penurias de la postguerra y forjados en la dureza de la lucha clandestina, la austeridad es un valor primordial y la disciplina una cuestión de principios que a menudo ha estado relacionada con la propia supervivencia de la organización. El hedonismo de los jóvenes les resulta extraño y su relajación, ya sea en el plano militante o en el de las relaciones sexuales, una irresponsabilidad que puede requerir incluso un tratamiento político. Si un seminario organizado por las Juventudes sobre Wilhelm Reich y la revolución sexual les puede parecer frívolo, los primeros casos de separaciones y relaciones extramatrimoniales entre dirigentes sindicales y políticos llegan a suscitar propuestas para su tratamiento en órganos de dirección.18

En tiempos de clandestinidad, la puntualidad en citas y reuniones era un asunto de seguridad y la observancia de una estricta moral tanto pública como privada un requisito del que dependía el prestigio y capacidad de liderazgo o las posibilidades de encontrar un arrope social en los momentos más adversos. Que el grupo de una docena de desterrados confinados en Soria a raíz de las huelgas de 1962 reaccione de forma tajante poniendo fin a la relación adúltera de uno de ellos con una joven soriana guarda directa relación no tanto con el puritanismo como con la necesidad de observar una conducta ejemplar ante quienes están siendo solidarios con su situación ofreciéndoles hospitalidad.19 La rigidez de costumbres y la austeridad es más férrea aún en los que han sido dirigentes clandestinos, dedicados en cuerpo y alma al Partido según el modelo leninista de revolucionarios profesionales. Biografías preñadas de entrega y sacrificios explican dudas como las de Mario Huerta, partícipe de la revolución de 1934 y de la guerra civil, con dos condenas de prisión y largos años de contactos clandestinos en el monte, quien a su vuelta del exilio teme que su gusto por el cine pueda ser visto como una frivolidad excesiva para un comunista. Ángel León Camblor, combatiente en 1934, en la guerra civil y en la Resistencia francesa, vuelto para sostener las estructuras clandestinas en 1962 y encarcelado en 1970, administra ya en legalidad los fondos de la organización con un celo rayano en la racanería, exigiendo cuentas hasta de los céntimos. Horacio Fernández Inguanzo, tres condenas de prisión y largos años -como cantara Víctor Manuel- “escondiéndose a diario, durmiendo por los pajares, desapareciendo al alba”, la pieza más codiciada por el comisario Ramos y la brigada político-social, prefiere, antes que entrar en un restaurante, mantenerse a base de bocadillos cuando estrena en 1979 su condición de diputado electo por Asturias.20

Esta troika de dirigentes históricos, revestidos de un inmenso prestigio, ha marcado con su impronta los tiempos más duros, imprimiendo un estilo de dirección muy personalizado y jerárquico. Su desaparición dejará un vacío que es cubierto, en la primera mitad de los setenta, por nuevos dirigentes de perfil muy diferente: pertenecientes a otra generación y a otra extracción social, José Manuel Torre Arca Pin Torre, catedrático de Instituto, y Vicente Álvarez Areces Tini Areces, profesor de matemáticas, desarrollan una actividad profesional y hacen vida legal al tiempo que asumen sucesivamente la dirección del Partido en Asturias. Este hecho, unido a su capacidad para relacionarse con medios en los que la presencia comunista ha sido hasta entonces muy débil y su voluntad de establecer una dirección colegiada mediante un Comité Provincial más amplio y menos jerarquizado, transforma el funcionamiento orgánico. Pero, a los ojos de los cuadros obreros de las cuencas mineras, en ningún caso estarán revestidos de una autoridad comparable a la de sus antecesores y las sensibilidades respectivas dificultarán la plena sintonía, abocando a un creciente pesimismo acerca de las posibilidades de reeditar las vigorosas movilizaciones del pasado. El proceso derivará en una progresiva autonomía del movimiento obrero respecto a la dirección política, aglutinando fuerzas en torno a unas Comisiones Obreras en las que Gerardo Iglesias comienza a desempeñar un papel clave, en especial tras el éxito, en febrero de 1975, de una convocatoria de jornadas de lucha que había sido motivo de controversia previa.21

Incluso en su ausencia, la figura de Horacio Fernández Inguanzo sigue gravitando sobre la organización asturiana. Así lo reconoce Vicente A. Areces en la I Conferencia Regional, al tiempo que señala la necesidad de abandonar estilos de dirección propios del pasado. Y en el mismo sentido se pronuncia, de forma inequívoca, el propio Santiago Carrillo: “el día que haya libertad en España y en Asturias, el líder del Partido Comunista en Asturias es Inguanzo, el líder de masas del Partido Comunista en Asturias es Inguanzo”.22 Las dificultades que entraña la adaptación al nuevo tipo de dirección son reconocidas por todos los implicados. Desde la dirección exiliada se echa en falta la entrega absoluta que anteriormente ofrecían los encarcelados, al tiempo que se valora la renovación y el carácter más democrático del funcionamiento adoptado. Desde la base se proyectan demandas de mayor tutela y atención por parte del Comité Provincial que chocan con la descentralización que éste propugna, invitando expresamente a acabar con los tiempos de reuniones en el monte y comités locales que parecían esperar soluciones de la presencia de una especie de “enviado del cielo” en vez de desarrollar vida política propia y adoptar decisiones de forma autónoma. En medio, los integrantes del Comité Provincial se ven absorbidos por tareas mecánicas que les impiden jugar el papel coordinador que debiera corresponderles.23

Esta situación dejará paso, en los años culminantes de la Transición, a una realidad radicalmente nueva en la que se afronta el reto de construir un partido de masas. Si ya en el período anterior la renovación en los estilos de trabajo y en el componente social de la militancia había entrañado dificultades, únicamente las expectativas depositadas en el cambio político que atraviesa el país y el entusiasmo por las libertades recuperadas pueden encubrir algunas fuentes de malestar incubadas en este proceso de profunda transformación interna. Aunque la Transición representa un momento excepcional, el PCA era cualquier cosa menos un partido de aluvión y las tradiciones siguen pesando. Para quienes han conocido las estrictas cautelas de la clandestinidad y ya venían percibiendo con recelo las formas más abiertas de militancia propias de los medios estudiantiles y juveniles, la apertura de las puertas hacia una afiliación indiscriminada siembra el desconcierto, cuando no enciende auténticas señales de alarma. De un partido basado en el principio de “pocos y escogidos”, en el que se ingresaba a través de la estricta confianza personal, avalado por dos militantes y sometido a un período de prueba, se pasa a la aceptación de todas las solicitudes de carnet, lo que en algún caso hace cundir la alarma: “Desde la legalización se ha introducido mucho irresponsable en el Partido. Se hace necesaria una vigilancia y un conocimiento sobre las personas que piden el ingreso”.24 La idea de que los comunistas han de dar testimonio de su integridad observando una conducta irreprochable se ve amenazada y no serán raros los casos en que militantes veteranos piden explicaciones por la admisión de personas de dudosa reputación o que en el pasado habían mostrado debilidades como no secundar una huelga.25

Entre los recién llegados se producen además cooptaciones a órganos de dirección y rápidas promociones que no se ven justificadas por una biografía militante sino, en el mejor de los casos, por la voluntad de renovar la imagen pública del Partido y de reforzar su capacidad política. En ocasiones, la fragilidad del compromiso o la posterior deriva ideológica de quienes son elevados a cargos de relieve acabará por avalar las desconfianzas iniciales.26

El vertiginoso crecimiento numérico experimentado a lo largo de 1977 supone incluso que en muchas agrupaciones los recién afiliados constituyen mayoría. Este mero hecho, unido a la apenas estrenada legalidad, entraña cambios en la convivencia entre camaradas, en la dinámica de las reuniones, las formas de discutir, el funcionamiento orgánico… “Cada vez aparecen más dirigentes de nuevo cuño, a los que nadie conocía hace escasos meses y que hoy se convierten en oráculos. A los viejos ni se nos escucha ni se nos considera”, se lamenta un grupo de militantes gijoneses que abandona el Partido en 1978.27 Dilatadas ejecutorias militantes son desconocidas o escasamente valoradas por nuevos elementos que a menudo gozan de mayor nivel cultural y más capacidad dialéctica, relegando a los más veteranos, cuya conducta política se ha regido más por el instinto que por la fundamentación teórica. En las nuevas condiciones, el valor, la entrega y la disciplina han dejado de ser un bien supremo, en tanto que la discusión abierta y la democracia interna son más apreciadas.

Desde el inicio de la Transición, las tensiones internas van generando diversas líneas de fractura en el seno de una militancia numerosa y heterogénea. Lo que convierte en frágil esta diversidad es la quiebra de expectativas determinada por los decepcionantes resultados electorales y la gestación de divisiones en el seno del Comité Regional que acabarán por ser trasladadas al conjunto de la organización en términos de confrontación abierta. Las diferencias políticas han permanecido largamente larvadas, sin trascender a un estrecho círculo de dirección, mientras la militancia permanece ajena al enfrentamiento hasta las vísperas de su estallido en la III Conferencia Regional (marzo 1978). Las afinidades personales, basadas primordialmente en factores generacionales y de ámbitos de militancia, se convierten, de este modo, en el principal factor a la hora de determinar los alineamientos, simplificando el problema hasta ser toscamente expresado en términos de enfrentamiento entre “obreros” e “intelectuales”. Encabezados respectivamente por Gerardo Iglesias y Vicente A. Areces, el ascendiente del primero (a la sazón secretario general de CC.OO. de Asturias) sobre la base obrera y el respaldo de Horacio Fernández Inguanzo resultarán decisivos para explicar el desenlace. La seria amputación sufrida en 1978 afecta principalmente a la Juventud, la Universidad y los sectores profesionales, precisamente los componentes que se habían visto más reforzados en los años precedentes. Con ellos se van los responsables políticos que han dirigido la organización entre 1971 y 1976 (Vicente A. Areces, expulsado, y José Manuel Torre Arca, que causa baja en solidaridad con los sancionados).

En medio de una crisis que prefigura lo que ha de ocurrir en el conjunto del Partido varios años más tarde, PCA retorna, tras un corto paréntesis, a sus perfiles más tradicionales, configurándose como una organización extraordinariamente homogénea, aglutinada en torno a su base obrera e identificada con la dirección, donde apenas encuentran eco corrientes críticas de cualquier signo. A su vez, las profundas raíces con que cuenta explican en buena medida su capacidad tanto para superar su propia crisis, pese a la nada desdeñable merma de efectivos que había representado desde el punto de vista cualitativo, como para amortiguar los efectos de la posterior debacle sufrida en el conjunto del Estado.

Rubén Vega García

Notas:

1 “Datos estadísticos de militancia del Partido por provincias”, junio 1967, Documentos, c. 48, AHPCE.
2 En torno a estas dificultades girará buena parte de la autocrítica realizada en la I Conferencia Regional: “Conferencia de la organización del PCE en Asturias”, junio 1974, paquete de cintas 55, AHPCE.
3 “Campaña de fortalecimiento y ayuda económica al Partido”, 1970, Documentos, c. 51, AHPCE.
4 VEGA GARCÍA, Rubén. El PCE asturiano en el tardofranquismo y la transición. En ERICE, Francisco (coord.). Los comunistas en Asturias 1920-1982. Gijón: Trea, 1996, pp. 175-181. Sobre la referencia asturiana en la primera mitad de la década de los sesenta, véase ERICE SEBARES, Francisco. Entre el mito y la memoria histórica: las huelgas de 1962 y la tradición épica de la Asturias roja. En VEGA GARCÍA, Rubén (coord.). Las huelgas de 1962 en Asturias. Gijón: Trea/Fundación Juan Muñiz Zapico, 2002, pp. 429-434 y MOLINERO, Carme. La referencia asturiana en la oposición al franquismo. En VEGA GARCÍA, Rubén (coord.). Las huelgas de 1962 en España y su repercusión internacional. Gijón: Trea/Fundación Juan Muñiz Zapico, 2002, pp. 68-71.
5 “Conferencia de la organización del PCE en Asturias”, junio 1974, paquete de cintas 55, AHPCE.
6 LOBATO BLANCO, Luis Alfredo. Dos décadas del movimiento cultural y universitario en Asturias (1957- 1976). Gijón: Trea, 1998, pp. 101-160.
7 “Conferencia de la organización del PCE en Asturias”, junio 1974, paquete de cintas 55, AHPCE.
8 Ibídem.
9 Ibídem.
10 VEGA GARCÍA, Rubén. El PCE asturiano en el tardofranquismo…, op. cit., p. 195.
11 Verdad, abril 1977 y “Evolución afiliativa del PCA”, Oviedo, 1987, Archivo PCA. “Informe de la Secretaría de Propaganda”, Gijón, 21 enero 1978 (facilitado por Francisco Prado Alberdi). “Difusión y venta de Verdad”, Secretaría de Propaganda del Comité Regional del PCE, 21-XI-1977, Fondo hermanos Arias, Archivo Histórico Universidad de Oviedo.
12 “Conferencia de la organización del PCE en Asturias”, junio 1974, paquete de cintas 55, AHPCE.
13 Entrevista a María José Capellín Corrada, Gijón, 4-XI-1995.
14 Entrevista a Benigno Delmiro Coto, Gijón, 6-X-1995.
15 Entrevistas a María José Capellín Corrada, Gijón, 4-XI-1995, Benigno Delmiro Coto, Gijón, 10-X-1995 y Vicente Gutiérrez Solís, El Entrego, 10-II-2004.
16 DELMIRO COTO, Benigno. Nuberu en el tiempo. Mieres: Editora del Norte, 2001, pp. 41-49.
17 Entrevista a Manolo Blanco Peñayos, El Entrego, 17-II-2004.
18 Entrevistas con Francisco Prado Alberdi, Gijón, s.f., Santiago Marcelino Martínez, Gijón, 15-IV-1996 y Vicente Gutiérrez Solís, El Entrego, 10-II-2004.
19 Entrevista a Constantino Alonso González, Oviedo, 12-IV-2002.
20 Entrevistas a Francisco Prado Alberdi, Gijón, s.f. y María José Capellín Corrada, Gijón, 4-XI-1995.
21 Entrevista a Gerardo Iglesias y Francisco Prado Alberdi, Gijón, 24-II-1993.
22 “Conferencia de la organización del PCE en Asturias”, junio 1974, paquete de cintas 55, AHPCE.
23 Ibídem.
24 PCE-Zona del Caudal, documento interno sin fecha ni título (facilitado por Manuel Rodríguez Lito Casucu).
25 Entrevistas a Manuel Álvarez Ferrera Lito el de la Rebollada, Gijón, 11-X-1994, Jesús Carrión, Blimea, 10- XI-1995 y Vicente Gutiérrez Solís, El Entrego, 10-II-2004.
26 En Asturias, el caso más flagrante viene dado por Silvino Lantero, convertido en consejero del gobierno preautonómico apenas llegado al PCA, quien muy pronto abandona sus filas para convertirse en un vehemente anticomunista.
27 “Carta de 26 militantes de la Agrupación de El Llano comunicando su baja en el PCA”, Gijón, 16-XII-1978 (facilitada por Joaquín Fernández Espina).




Publicado en: Actas del I Congreso sobre la historia del PCE 1920-1977. Fundación de Investigaciones Marxistas, 2004.

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domingo, agosto 26, 2007

Aida

Curtiometraxe de Pablo de María y Pablo A. Quiroga

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Vídeos

Vídeos cuyo contenido está relacionado con temas tratados en este blog

a) Documentales
- Asturias, la última revolución obrera
- La batalla del Mazuco
- Los 5 de Celorio
- Los maquis de la imposible esperanza
-
70 Aniversario de la Batalla del Mazuco

b) Ficción
- Aida

c) Varios
- Cantar de la Revolución de Octubre

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La CNT de Asturias

En mayo de 1936 la CNT asturiana cuenta con 20.472 afiliados (según datos estadísticos elaborados en el Congreso de Zaragoza). Ha crecido notablemente en Avilés y en Oviedo; se ha recuperado en la minería (donde el SU alcanza los 3.000 afiliados) se ha mantenido igual en La Felguera, y ha descendido levemente en Gijón.

La CNT gijonesa pasa de los 12.467 afiliados de 1934, a 10.946 (a los que habría que sumar cerca a de teléfonos, obras del puerto y sanidad, que no se incluyen en la estadística por no estar representados en el Congreso de Zaragoza). Esta merma se siente fundamentalmente en los sindicatos de construcción, que pasan de 3.298 miembros en septiembre de 1934 a 2.480 en mayo de 1936, y en el transporte, donde decrece de 3.800 a 1.270. La baja en estos sectores se compensa con el surgimiento de nuevos sindicatos, el crecimiento del sindicato del vidrio, que había sido muy combativo en 1935.

En la construcción, se resiente el paso al Partido Comunista de Horacio Argüelles y Roberto Blanco así como la muerte por enfermedad de Baldomero del Val.

Las bajas en los cuadros militantes han sido pocas, si se descuenta la irreparable pérdida de José María Martínez. Sin embargo, ha habido importantes movimientos en los niveles militantes de la organización.

Se ha reincorporado al sindicalismo asturiano Avelino González Mallada que en 1934 se encontraba dirigiendo en Madrid la CNT, y que a partir del 19 de abril de 1936 (Congreso Regional en Gijón) es electo secretario general de la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia, sustituyendo a Ramón Alvarez.

Junto con él, siguen en primer plano Avelino González Entrialgo, que se ha reincorporado tras el exilio; Acracio Bartolomé, de nuevo en Asturias tras su espectacular fuga de 1935, Segundo Blanco, sobre el que injustificadamente pesa su no participación en el movimiento de octubre (parece ser que se encontraba en la cama, enfermo), pero que realizó un gran trabajo desde mediados de 1935 en la reconstrucción del aparato sindical. Junto a ellos, los jóvenes miltantes de la Confederación en La Felguera, que han demostrado su capacidad en los combates de Octubre: Onofre García Tirador, Higinio Carrocera, Etelvino, etc.

Paco Ignacio Taibo II


Publicado en: Historia general de Asturias, tomo IX: La Guerra Civil (1ª parte); VVAA. Editor Silverio Cañada. Gijón, 1978.
Fuente: Ateneo Virtual.

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miércoles, agosto 22, 2007

El fracaso del PCE en el sindicalismo minero de Asturias

Resumen
Los problemas que dividieron el PSOE a raíz de la revolución rusa tuvieron un claro reflejo en los sindicatos socialistas. Fundado en 1910 por Manuel Llaneza, el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA) vivió a lo largo de 1922 una larga lucha entre socialistas y comunistas por hacerse dueños del sindicato. Finalmente fueron los socialistas que se quedaron con él, mientras que los comunistas arrastraron a los anarquistas para crear el Sindicato Único de Mineros de Asturias (SUM). La política de la dirección del PCE de aquella época era la de la IC, quien establecía unos esquemas teóricos sobre la situación, condiciones y estrategias del movimiento obrero minero de Asturias. A pesar de la falta de sintonía entre la dirección nacional del PCE y los responsables comunistas de Asturias, estos consiguieron que el SUM logre el respecto y el apoyo de los mineros asturianos, y el SOMA vio peligrar su influencia entre estos últimos. La política del PCE para apoderarse de los sindicatos UGT y CNT, con insultos a sus dirigentes, acabó en 1931 con la participación de los anarquistas en el SUM que estaba adscrito desde su fundación a la CNT, a pesar de la pertenencia de sus dirigentes al PCE. En 1932 se adhirió a la recién constituida Confederación General del Trabajo Unitario, y en 1935 volvió a integrarse al SOMA. Los vaivenes de la política sindical de una dirección del PCE que no supo definir sus propias estrategias sindicales terminaron con la mayor organización obrera comunista de la época.


LOS CONFLICTOS LABORALES EN LA MINERÍA ASTURIANA Y LA
ORGANIZACIÓN SINDICAL OBRERA.

Desde el principio de la industrialización de Asturias, los movimientos reivindicativos de los mineros fueron continuos1. Las primeras huelgas que se declararon vieron frustradas sus aspiraciones para conseguir unas mejoras laborales y unos incrementos salariales que les permitiesen unos progresos en su forma de vida. Las organizaciones obreras que se implantaban para esas huelgas eran destruidas durante las huelgas mismas y el miedo instaurado por la patronal y sus policías provocaban la deserción de cualquier embrión de sindicatos.

Los resultados que se lograron fueron escasos. La falta de organización por una parte, y la represión2 por la otra, hacían que lanzarse a una huelga representase un riesgo demasiado alto para el trabajador quien se exponía a perder su trabajo, es decir, su único sustento.

Habrá que esperar hasta 1910, con la creación del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA) para que la clase obrera minera pueda disponer de una organización propia con una fuerza real. Llaneza, el creador y el alma del Sindicato, fue nombrado secretario del primer Comité ejecutivo. Fue desde su fundación el interlocutor, en representación de los mineros, ante la Patronal Minera de Asturias que agrupaba a todas las grandes empresas mineras, salvo Hullera Española.

Al principio, el SOMA tuvo una política agresiva, lo que le permitió captar la simpatía de los mineros, de los 1.800 afiliados en 1911, pasó a 28.883 en 1919. Pero a partir de la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, que resultó ser un fracaso tanto en Asturias cómo a nivel nacional, adoptó entonces una estrategia más conciliadora, colocando a los mineros en condiciones más desfavorable frente a la Patronal3.

Terminada la Iª guerra mundial, se acabarían los días de bonanzas que permitieron altos beneficios para los propietarios de las minas, sin que se hubiesen mejorado sustancialmente las condiciones de vida de los obreros. Como consecuencia, el despido de obreros y la disminución de los jornales acarrearían el desencadenamiento de huelgas.

La Patronal mantenía una visión puramente mercantil, obsesionada por los beneficios, sin una visión de futuro, y el Gobierno nunca presentó opciones creadoras que puedan fortalecer a largo plazo la industria española. Su percepción sobre la situación social, quedó reflejada con el articulo que publicó el financiero Luis Olariaga en El Sol4:

«Las épocas de crisis económicas han amortiguado siempre las agitaciones
industriales de los periodos de prosperidad. Podrán ser épocas de revolución,
pero no de huelgas a granel. Para las huelgas no hay mejor incubadora que una
atmósfera de buenos negocios. [.] Estos últimos años los estímulos del
proletariado para organizar huelgas han sido mucho más intensos que en otras
ocasiones, y las revoluciones rusas, húngara y alemana fueron tremendas
excitaciones a la transformación social. [.] No aprendió nada que supusiera
idealidad, responsabilidad y sacrificio.»


A pesar de todo, en octubre de 1919, el SOMA logró unas de sus mayores conquistas, la jornada de siete horas en el interior de las minas. Este éxito fue debido en gran parte a Llaneza quien,con talante negociador, supo obtener para los mineros mejoras en sus condiciones laborales, aprovechando los buenos resultados económicos obtenidos a lo largo de la guerra.

Pero muy pronto iba a aparecer en el SOMA una radicalización en sus reivindicaciones sin duda bajo la influencia de los comunistas que llevaban campañas de divulgación de los éxitos de la revolución rusa. El 28 de febrero de 1920, celebró un Congreso en el cual se aprobó la petición de un aumento salarial del 60 por ciento sobre el salario mínimo de 1913. Por su parte la Patronal sólo accedió a un 30 por ciento de aumento. En abril se declaró la huelga general que paralizó todas las cuencas mineras, incluso la del Aller donde predominaba el Sindicato Católico. Con la aceptación por parte de éste de la oferta de Hullera Española de un aumento del 20 por ciento, se puso fin a la huelga el 9 de abril.

Pero en las cuencas mineras se respiraba un ambiente tenso y los dirigentes del SOMA se veían desbordados por la radicalización que dominaba entre los afiliados. En Turón, en diciembre de 19205, los obreros de la Sociedad Hulleras del Turón arrastraron al resto de las cuencas a una nueva huelga general que terminó con el despido de cinco compañeros.

Prácticamente durante todo el mes, los mineros se enfrentaron tanto a la Patronal cómo a la dirección del SOMA quien abogaba por la conclusión del conflicto6.

Los obreros comunistas asturianos estuvieron afiliados desde el principio al SOMA, y en él desarrollaban su actividad sindical, propugnando la unidad con el Sindicato Único de tendencia anarquista. Pero a pesar de sus diferencias estratégicas de acción con los socialistas, eran concientes de su debilidad numérica, por lo que trataban de arrastrar en acciones conjuntas a las demás organizaciones obreras. Publicaban manifiestos con llamamientos a la UGT y a la CNT para apoyar su propuesta de unidad, constituyendo «Consejos obreros que agrupen al proletariado para la lucha revolucionaria en el momento actual y para la dirección comunista después de la revolución triunfante.»7

En mayo, la Patronal, sintiéndose respaldada por el Gobierno, tomó la decisión unilateral de bajar los jornales, lo que provocó graves tensiones en el Comité Ejecutivo del SOMA, y en unambiente de confrontación con la Patronal tuvo lugar el 29 de mayo de 1921 el Congreso del SOMA, con asistencia de 71 secciones representando a 15.607 afiliados. El secretario del SOMA, Manuel Llaneza, opuesto a la huelga, se quedó en minoría y dimitió de la Secretaria junto con los miembros del Comité Ejecutivo. Pero en el mes de junio logró otra vez tomar las riendas del Sindicato Minero al someter la cuestión a referéndum entre las bases sindicales, logrando 5.332 votos a su favor, 85 en contra y 432 abstenciones8.

El 17 de julio, otra vez por medio de un referéndum entre los mineros, a pesar de que la mayoría de las secciones se declarasen favorables al paro, el Ejecutivo trató de invalidar la votación enfrentándose al clamor generalizado para ir a la huelga.

Los acontecimientos iban a precipitarse. El 5 de agosto de 1921, en el Centro Obrero de Oviedo, se celebró un Congreso extraordinario del SOMA para tratar sobre la postura del Comité, y en particular de Llaneza. El Congreso desaprobó la gestión del Comité por 4.782 votos a favor, ante 2.988 en contra y 462 abstenciones9. Por 4.567 votos contra 3.413 y 263 abstenciones, se exigió su dimisión y la de todo el Comité. Llaneza se encontró desautorizado y planteó su dimisión10.

Se aprovechó la nueva situación para alcanzar la unidad con el Sindicato Único de Mineros, de influencia anarquista, que venía funcionando desde 1919, lográndose la fusión el 5 de septiembre en el centro «La Justicia» de La Felguera, y mostrando el empeño de los comunistas asturianos en que era posible presentar un frente común a la Patronal.

Pero a Llaneza le preocupaba el nuevo rumbo del Sindicato y no estaba dispuesto a dejarlo actuar sin presentar un frente crítico, recordando, en una conferencia en el Centro Obrero de Mieres, que lo importante para los mineros asturianos era haber logrado la jornada de siete horas en el interior de la mina11. En octubre del mismo año se reunió por tercera vez el Congreso del Sindicato Minero, con la asistencia de delegados de 64 secciones representando 8.550 afiliados. Por 4.241 votos contra 2.030 y 664 abstenciones, el Ejecutivo provisional comunista fue derrotado, saliendo elegido Presidente, Belarmino Tomas, y Secretario General, Manuel Llaneza.

A lo largo de todo el mes se celebraron numerosos actos convocados por las diversas fuerzas de izquierda, enfrentándose comunistas y socialistas sobre las tácticas y los objetivos que se pretendían alcanzar. Las cuencas mineras se veían repletas de mítines de los dirigentes obreros. Si bien los responsables del SOMA recorrían los centros obreros, también desarrollaban una febril actividad los dirigentes comunistas, obligando a los primeros a tomar decisiones para no dejar en manos de estos la iniciativa de las reivindicaciones. Así pues, el 16 de diciembre se declaró la huelga general que sorprendió a todos por la unanimidad y la fuerza con la cual se inició, obligando al Gobierno a acordar «trabajar en las minas de Asturias cinco días por semana, durante las dos próximas, para dar tiempo al estudio de soluciones definitivas de protección a la industria hullera y a un nuevo régimen de trabajo.»

El SOMA, ordenó reanudar el trabajo, pero la Patronal anunció unilateralmente que, a partir del 1 de enero de 1922, las minas asturianas se regirían con nuevas normas que ella misma elaboró. Esto terminó con la paciencia de los mineros que no dudaban en manifestar al Comité Ejecutivo del Sindicato su firme voluntad en impedir que la Patronal decidiera unilateralmente. El día 5 de enero de 1922 el Comité hizo un llamamiento a los mineros para examinar detenidamente las circunstancias en las cuales se encontraban, indicando claramente que no se estaba en condiciones de ir a la huelga, y convocaba un Congreso extraordinario para el día 8 de este mismo mes en el Centro Obrero de Mieres.

El Congreso despertó una gran expectación. En él los comunistas se enfrentaron verbalmente con los miembros del Comité, creándose un debate muy acalorado, llegando a alcanzar momentos de confusión. Finalmente, se acordó declarar la huelga general12 que finalizó el 27 de enero logrando la Patronal que el Gobierno le concediese ventajas fiscales, mientras tanto persistía entre los mineros un mar de fondo que se plasmaba en perturbaciones aisladas que reflejaban el estado de animo de éstos.

Para la Patronal la situación debía de solucionarse con el sacrificio de los obreros, a quien «les llega una época dolorosa de la lucha por la vida, y ahora mismo están sufriendo las consecuencias de la lucha, a juzgar por el tiempo que ésta dura».

El día 15 de mayo, se reunieron las comisiones de patronos y obreros, manteniendo los primeros su postura de rebajar en un 20 por ciento los salarios.

Se celebró entonces un nuevo Congreso extraordinario en Oviedo el día 19 de mayo. Estaban presente 59 Secciones representando 7.214 afiliados. Tuvo lugar a puertas cerradas para evitar que se «infiltren» no afiliados y se decidió, por 44 secciones contra 15, declarar la huelga general. Los delegados comunistas desplegaron una serie de criticas contra Llaneza tratando de evitar su control sobre la dirección de la huelga, y éste se vio entonces en la obligación de intervenir para rechazar la petición de que no abanderase la huelga, atacando duramente la pretensión de los comunistas de aislar al Comité:

«El Comité estima que sería en él una cobardía abandonar en estos momentos este
puesto, a pesar de haber tenido una opinión contraria a la manifestada por las
Secciones. Por eso se ofrece y os dice que si se quiere que dirijamos el
movimiento lo haremos con toda la fe y el entusiasmo posibles, procurando hacer
lo necesario para lograr las mayores ventajas para el Sindicato. Pero en el caso
de que no se confíe en nosotros para la dirección de la huelga, tengo que
advertir que hay que echarnos, pues nosotros no nos vamos de nuestro puesto, no
queremos desertar voluntariamente. »



Los comunistas, unidos a los anarquistas, lanzaron la consigna: «Ni un céntimo menos, ni un minuto más. », e intentaron con todos sus medios controlar la huelga. El 17 de junio se convocó una Asamblea Regional del Frente Único con la presencia de 60 delegados y representación de las Secciones donde los «terceristas» dominaban el Sindicato, para constituir el Frente Único de solidaridad con los huelguistas. Los comunistas con la creación de este Frente Único, bajo la presidencia de Eduardo Castro, pretendían canalizar las ayudas a los huelguistas, y sentar las bases para un embrión sindical que se opusiera al SOMA. La situación que enfrentaba la Dirección del Sindicato a los dirigentes del Frente Único creaba situaciones de excitación radical para atraerse a los trabajadores. Los primeros buscaban lograr lo antes posibles soluciones pactadas, mientras que los segundos se organizaban para un enfrentamiento más directo con la Patronal y el Gobierno.

La represión de la huelga por parte del ejercito acentuó aún más la tensión existente. A las dos compañías del Ejercito trasladadas de Langreo, se unió, el 26 de junio, un escuadrón de caballería procedente de La Coruña.

La huelga se terminó el 9 de agosto, después de ochenta días, aceptándose prácticamente las propuestas de la Asociación Patronal de Mineros Asturianos. Sometido a votación de las bases, el acuerdo fue aprobado por 7.766 votos contra 2.295 y 40 papeletas en blanco13. Los mineros mostraban, más que su acuerdo para volver al trabajo, las dificultades de proseguir el conflicto después de casi tres meses de huelga.

La situación en el interior del Sindicato se volvía difícil, con enfrentamientos continuos que impedían al Comité tomar resoluciones. El 25 de junio de 1922, este Comité decidió expulsar las secciones que vulnerasen el reglamento disciplinario. Se trataba de hallar una solución legal que permita terminar de una vez para siempre con la disidencia interna en el Sindicato. Se quedaron fuera 21 secciones14.

CONSTITUCIÓN DEL SINDICATO ÚNICO DE MINEROS DE ASTURIAS (SUM).
EL SUM Y EL MOVIMIENTO OBRERO


El 18 de noviembre de 1922, las secciones expulsadas del SOMA se constituyeron en La Felguera, en el Centro Obrero «La Justicia», en Sindicato Único de Mineros de Asturias (SUM), adscrito a la CNT, si bien dirigidos por comunistas, e identificado con la Internacional Sindical Roja (ISR). En el Congreso fundacional estaban representados 1.752 afiliados, agrupados en 25 secciones. Avelino González Mallada y Ángel Pestaña intervinieron defendiendo las tesis de la CNT, mientras que Jesús Ibáñez lo hizo en nombre de la ISR, y Máximo Sánchez por el Frente Único.15

Durante dos fines de semana se deliberó acerca de los estatutos y directrices de actuación y se aprobó el informe de la Comisión organizadora, adoptándose unos estatutos en la línea de la indicada por la ISR, y nombrando la Comisión Ejecutiva con residencia en Mieres. El Comité Ejecutivo que salió elegido en este Congreso estaba compuesto por Jesús Rodríguez (presidente), José Prieto (vicepresidente), Benjamín Escobar (Secretario), Críspulo Gutiérrez, vicesecretario, y Jesús Huelga (tesorero).16

Para dar una idea de lo que significó la expulsión de varias secciones del SOMA y la creación del SUM, se puede señalar que los afiliados al SOMA alcanzaban la cifra de 28.883 en 1919, 24.551 en 1920, 20.000 en 1921 y 7.500 en 1922.17 Es decir que entre 1920 y 1922 17.000 afiliados se dieron de baja del SOMA.

El SUM, queriendo ser alternativa a la influencia socialista, emprendió movilizaciones entre los mineros para ampliar las reivindicaciones laborales. Sus actuaciones fueron intensas, participando en las diversas concentraciones de trabajadores, planteando sus puntos de vista y sus criticas a los dirigentes sociales de forma intempestiva y agresiva. Los llamamientos continuos a la unidad no obedecieron sólo, para los dirigentes asturianos, a consignas políticas. Eran conscientes de que los problemas de la minería afectaba a toda la población minera por lo cual las acciones debían de ser conjuntas si se pretendía tener éxito.

La política de la dirección del PCE, con todas las vicisitudes de aquellos años, era la política de la IC quien establecía unos esquemas teóricos sobre la situación, condiciones y estrategias del movimiento obrero minero asturiano. Así pues hay que destacar la falta de sintonía entre esta dirección nacional y los responsables comunistas de Asturias. Estos últimos, si bien eran críticos con la posición de Llaneza, no deseaban la creación de un nuevo sindicato. Para ellos la unidad de los mineros frente a la Patronal era una condición fundamental para lograr que sus reivindicaciones sean atendidas. También creían, y así fue al principio, que conseguirían atraer los mineros hacia un sindicato más proclive a defender posiciones de clase, y con actitudes más revolucionarias.

El SUM logró el apoyo y el respecto de los mineros asturianos, y el SOMA vio peligrar su influencia entre estos últimos. A partir de su creación llevó una campaña de atracción de los mineros, al mismo tiempo que trataba de descalificar al SOMA, y en particular a su secretario Llaneza:

«Los compañeros del SUM han emprendido una serie de mítines para atraer al
Sindicato el resto de los Asturianos. Con este fin han publicado un manifiesto
en el que una vez más desenmascaran los manejos caciquiles de Llaneza y
comparsa.»18



El SUM nacía con la bandera de la revolución y con miras hacia los soviets. Sus militantes, tanto comunistas como anarquistas, cobijaban las mismas aspiraciones y todas sus acciones se desarrollaron bajo el signo de la lucha de clases. Siguió ligado a la CNT, participando en las actividades de la Confederación Regional de Asturias, León y Palencia hasta 1931.

Pero los problemas orgánicos que existían en el seno del PCE tenían que manifestarse por obligación en el SUM. Las relaciones entre la fuerza política y la fuerza sindical estaban impregnadas de desconexión entre los dirigentes y la clase social.

En las constantes movilizaciones los militantes del SUM participaban de forma activa en la defensa de sus reivindicaciones lo que atraía los mineros hacia el SUM. Esas eran de diversa índole, desde peticiones sobre salubridad en las minas, hasta salarios mas adecuados a la carestía de vida, pasando por condiciones de vida dignas, con viviendas higiénicas, centros culturales y escuelas para los hijos, así como también apoyo solidario a compañeros de otras minas. La lucha sindical estaba, por supuesto, directamente ligada a las políticas del PSOE y el PCE, y como telón de fondo estaba la IC que intervenía en la definición de las tácticas a desarrollar para la conquista del poder.

La colaboración de los socialistas, «por oportunismo táctico», con la dictadura de Primo de Rivera19, dejó en manos del SUM el protagonismo de las reivindicaciones de los mineros pero no supo aprovechar la situación para atraerse definitivamente a los mineros. En los primeros momentos de la dictadura ni los comunistas, ni el SUM, sufrieron persecución. Las autoridades minimizaban su influencia y no quisieron enfrentarse a las organizaciones obreras. Esperaron hasta diciembre de 1923 para «descubrir» un supuesto complot revolucionario con ramificaciones en Portugal y en Asturias, para realizar detenciones y suspender las actividades del SUM.

En esta situación el SUM encontró dificultades para su acción lo que frenó su implantación entre los mineros. La posición del PCE que querría imponer su política en el SUM fue motivo, a su vez, de debilitamiento del sindicato.

En mayo de 1930, el SUM fue autorizado a reabrir locales y a actuar legalmente, y el ultimo domingo del mes, se reunió en el teatro «Novedades» de Mieres el Congreso del SUM. Emprendió entonces una serie de huelgas, oponiéndose a la política del SOMA que preconizaba un entendimiento con la Patronal .

El 3 de mayo de 1931, se celebró un Congreso del SUM para discutir, entre otros asuntos, sobre su permanencia en la CNT. En medio de acalorados debates, se acordó continuar, y se pidió la celebración de un Congreso extraordinario con la presencia paritaria de la CNT y el Comité Nacional de Reconstrucción. Fue el principio de escisión del SUM.

Pero en la huelga minera de junio de 1931 se enfrentaron claramente las tendencias comunistas y cenetistas que componían el sindicato. Este enfrentamiento culminó en la ruptura con la CNT, y tuvo como consecuencia el debilitamiento del SUM. Como en aquellos días se estaba celebrando en el Conservatorio de Madrid el Congreso Nacional de la CNT acudieron a él, como representantes del SUM Benjamín Escobar, vicesecretario del sindicato, y Ceferino A. Rey quien sería el secretario general en 1932. Ambos pertenecían al PCE. En su intervención pidieron al Congreso que les prestasen más ayuda en la huelga que estaban llevando a cabo en aquellos días. Pero la CNT, que apoyaba el Pacto de San Sebastián, se negó a intervenir directamente, y propuso nombrar una delegación para pedir el arbitraje del Gobierno20. Por su parte, el CE del PCE parecía totalmente alejado del grave problema que estaba teniendo lugar en Asturias. Ni en la reunión de junio de 1931, ni en la del 16 de agosto el asunto mereció un análisis serio con resoluciones apropiadas. En esta ultima reunión del Secretariado Sindical del CE del PCE21 se habló de un Congreso de unidad, insistiendo en la necesidad de crear las fracciones sindicales comunistas y las minorías de oposición, pero sin mencionar cualquier análisis de problemas sindicales concretos como los que se habían tenido en Asturias el mes pasado.

El 5 de julio de 1931 se celebró un Congreso extraordinario del SUM para analizar las posiciones del Comité Sindical y de la Regional. Este Congreso sólo sirvió para lanzar acusaciones mutuas, tratando de monopolizar la palabra sin concesiones para el adversario.

En estas Asambleas no se pretendía llegar a ningún acuerdo, solo se deseaba echar al adversario, con provocaciones, insultos ó expulsiones. La tensión era demasiado grande para alcanzar cualquier compromiso. A la hora de votar, se aprobó la gestión del Comité Sindical, y se condenó la actitud de la Regional por 19 Secciones en contra, 9 a favor y 7 abstenciones. Se volvió a plantear la cuestión de la permanencia en la CNT, y se acordó seguir, pero imponiendo unas condiciones que equivalían a una auto expulsión. Se alcanzaba así las pretensiones del Ejecutivo del PCE, de monopolizar la orientación del SUM de acuerdo con la táctica de la ISR.

El 18 de julio de 1931, el Comité Regional publicó una nota en la que arremetió duramente contra el PCE22.

El domingo 13 de septiembre se celebró un Pleno Regional de la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia, en el Centro Obrero «La Justicia» de La Felguera donde se expuso la actuación del Comité Regional en la cuestión minera haciendo historia de los distintos Congresos del SUM, en los cuales, según Segundo Blanco, Secretario del Comité Regional, la CNT « y de manera especial el Comité Regional fueron siempre maltratados, insultados, acusados y condenados sin defensa posible». Criticó con especial dureza el hecho que la huelga de junio estuviese teledirigida y orientada por el PCE y el Comité de Reconstrucción de la CNT. A este respecto, señaló que, pese al compromiso del Comité Sindical, de someter la huelga a referéndum, no lo llevó a cabo ya que se recibió a Oviedo la visita de Roldan, representante de la Sindical Roja, «quien les obligó a no hacerlo, llevando el conflicto a limites de desesperación que iba perfilando la diaria tragedia». Benjamín Escobar, en nombre del SUM, rechazó las imputaciones, asegurando que el Sindicato nunca estuvo orientado ó dirigido por los de «Reconstrucción», ni obedeció ordenes de ningún partido, y que estaba de acuerdo en aceptar la disciplina de la organización Confederal, pero que solo las secciones podrían decidir la destitución de los candidatos a cargos políticos.

El 11 de octubre el SUM organizó en el cine “Novedades” de Mieres, un Congreso, enviando a las diferentes secciones el orden del día, y reiterándoles que acudan para oponerse a las resoluciones que habían acordado los anarquistas. El Comité Regional, aunque no fue convocado, acudió al Congreso. Las deliberaciones fueron de alta tensión, enfrentándose las dos tendencias, comunistas y anarcosindicalistas, para hacer valer su opción. El alboroto era general, y la Confederación Regional decidió retirarse.

Este Congreso se planteaba decisivo para definir como se quedaría el SUM, si los comunistas, como pretendía el Comité Ejecutivo del PCE, se afianzarían en la dirección y aplicarían las órdenes de la Komintern, ó si permanecerían en la CNT, apartándose de las consignas de la ISR. Finalmente prevaleció la postura favorable a la IC y los comunistas se quedaron con las riendas del SUM.

Después de la escisión, la polémica siguió a través de los periódicos Solidaridad, anarquista, y Obrero Astur, órgano de la FCA, y en actos públicos donde cada bando acusaba al otro de traidor.

En mayo de 1930, el SUM disponía de 30 secciones con unos 6 ó 7.000 afiliados. A principios de 1931, afirmaba tener 42 secciones y unos 9.000 asociados, alcanzando las cifras de 54 secciones y 10.000 asociados en agosto de 193223. Por otra parte, en la Conferencia Nacional de Unidad Sindical de 1932, se indicaba que estaban representados 5.724 afiliados al SUM.

Después de la crisis de 1931, el SUM se mantuvo en una línea descendente, y recibía las criticas de la CGTU, que no se explicaba como no lograba arrebatarle el liderazgo al SOMA, pero sin esbozar ni un análisis, ni ayuda política para salir del atolladero de la situación.

«El Sindicato Único de Obreros Mineros de Asturias atraviesa un periodo de
estancamiento impropio de la influencia cada día mayor de que goza entre las
grandes masas: Esta crisis de crecimiento solo puede explicarse por la falta de
una dirección eficaz y coordinada que convierta el Sindicato en el órgano
verdaderamente dirigente de todas las luchas del proletariado
minero.»24


Se puede adelantar que hasta la escisión anarquista de finales de 1931, el SUM mantenía una afiliación del mismo orden que el SOMA el cual había sufrido un gran bajón en el año 1920, recuperándose en los años siguientes25.

EL SUM Y LAS RELACIONES CON EL PCE

En su Congreso, en 1927, el PCE proclamaba:

«Declaramos abiertamente que nuestra máxima preocupación esta en los sindicatos,
a los cuales queremos llevar nuestro espíritu revolucionario para apartarles del
colaboracionismo que corroe a muchos de ellos y entorpece los movimientos del
conjunto. Son los sindicatos, en ligazón estrecha de afinidad espiritual con
nuestro partido, los que han de derrumbar el edificio capitalista y los que han
de regir después las funciones de la producción. Indispensable es, por tanto,
que con ellos colaboremos y nos pongamos a la cabeza de sus luchas,
desarrollando una acción conjunta que dé la sensación de nuestros propósitos
inmediatos y finales.

Los comunistas que pertenecen a la CNT deben
procurar su ingreso definitivo en la ISR y los que pertenecen a la UGT deben
influir intensamente con sus Sindicatos para que en el próximo Congreso de ese
Organismo se acuerde romper toda clase de relaciones con la Internacional de
Ámsterdam, nido de cucos y traidores, e incorporarles a la Internacional
Sindical que está apoyando a una República obrera triunfante y empuja sus
huestes por las vías revolucionarias.»26


Esta estrategia fue cambiando a lo largo de los años, y estos cambios motivaron desorientaciones en el ámbito regional de las organizaciones obreras, creando enfrentamientos con las demás fuerzas sindicales.

Además, la oposición de la Federación Comunista Asturiana (FCA) a la integración de los sindicatos comunistas en el Comité Nacional de Reconstrucción (CNR) de la CNT creaba una tensión en las relaciones entre la dirección del PCE y la FCA27, y demuestra claramente que no existía una dependencia ciega al Comité Ejecutivo del PCE. Así, el 20 de diciembre de 1930, el comité Ejecutivo del PCE escribía al Comité Regional de la Federación Asturiana:

« ... Por los informes que tenemos y por lo que se desprende de vuestra carta,
el SUM no esta completamente bajo nuestra influencia y dirección, sino que
existen reminiscencias anarquistas y bastante confusionismo. Para nosotros no se
plantea solo el problema de tener los cargos directivos en el Sindicato, sino
que el nervio de la cuestión está en aplicar nuestra política. La confusión se
manifiesta en el hecho que el SUM esta adherido a la ISR y no ha tomado acuerdo
sobre la cuestión de la Conferencia de Sevilla (es seguro que ni siquiera se
planteó la cuestión), ni se ha adherido al C.N. de Reconstrucción de la CNT,
reconociendo en cambio la CNT dirigida por los anarquistas y Berenguer.

¿Cómo explicar esta contradicción? La Conferencia de Sevilla trazó un
programa de lucha de acuerdo con la política de la ISR, frente al confusionismo
de Pestaña y comparsa, dio su adhesión a la ISR, a la Internacional
revolucionaria y nombró un Comité N. de R. para reorganizar la CNT sobre nuevas
bases.»28



Las divergencias entre el Comité ejecutivo del PCE y el Comité Regional de la Federación Asturiana fueron muy tirantes, viendo la Regional «censurada su conducta» por el CE. Las diferencias entre el SUM y la FCA por una parte y el Comité Ejecutivo por otra parte esta claramente reflejada en la correspondencia intercambiada. En ella, este último reprochaba con cierta dureza a la FCA de estar «contra la política Sindical del Partido», y se insistía reiteradamente al SUM de dejar la CNT y de adherirse al CNR.

«¿Por qué no decís claramente lo que pensáis sobre el CNR? Vosotros aceptáis en
el Sindicato Único Minero la representación de la CNT de Pestaña y Berenguer,
pero no queréis oír hablar de la Central Sindical afecta a la Internacional
Sindical Roja (sección española de la ISR) y, cuando el CE del P. os plantea
claramente esta cuestión, calláis. »29



LA UNIFICACIÓN SINDICAL

Si bien se admitía que la unidad de las organizaciones obreras era siempre necesaria, también era cierto que provocaba temores entre quienes debían de unirse, con divergencias en los procedimientos y los métodos de funcionamiento para conseguirla. Se planteaban muchos interrogantes en la forma y el fondo de lograrla. Para los comunistas se trataba de ir hacia un frente único, los anarquistas consideraban que la unidad obrera debía contemplar exclusivamente los sindicatos independientemente de los partidos políticos, los socialistas y ugetistas miraban con recelos las demás fuerzas obreras y creían que podrían arrastrar a las fuerzas burguesas republicanas hacia su campo de acción.

El 1º de enero de 1922, la IC había lanzado la consigna del Frente Único de la clase trabajadora, y el PCE, se manifestó promoviendo en todas sus organizaciones la creación del Frente Único de las fuerzas de izquierda.

«No hay ningún obrero, por poco consciente que sea, que no comprenda la
necesidad de formar un solo frente con los compañeros que trabajan con él en la
misma fabrica, en el mismo taller, en la misma mina. El comité de fabrica,
elegido por todos los trabajadores de una misma casa sin excepción, estén o no
organizados sindicalmente, pertenezcan a la CNT o a la UGT, sea cual sea su
filiación política, la ofrece la posibilidad efectiva de establecer esta unidad
de acción.»30



La táctica del Frente Único por la base, elaborada por la IC, constituyó la baza fundamental del PCE. Era el instrumento primordial para el proletariado, para oponerse a los intentos deinvolución contrarrevolucionaria y lograr la revolución de los obreros y campesinos a semejanza de Rusia. Toda organización que promoviese agitación social era un eslabón más hacia el Frente Único.

«Los Comités a base de frente único efectuado en los lugares de trabajo, la
creación de los piquetes de milicias obreras y campesinas y la constitución de
los Soviets son hoy nuestra tarea central. »31


Ya en marzo de 1925, en el Congreso del SOMA se dio lectura a «un extenso documento del Sindicato Único de Mineros, en el que piden la fusión, y sin discusión se acuerda rechazar el escrito y hacer publico que el Sindicato Minero tiene abiertas sus puertas para todos aquellos que lo deseen, no haciéndolo así con los que por su conducta deben ser eliminados de nuestra organización. Por tanto, pueden venir individualmente cuantos lo deseen.» 32

El sindicalismo siempre fue el talón de Aquiles del PCE. Con la creación del Comité Nacional de Reconstrucción de la CNT se pretendió reactivar el sindicato anarquista que si bien tenía dificultades no estaba moribunda como se demostró. Mas tarde, cambiando de táctica se fomentó la aparición del Comité Nacional de Unión Sindical. Los virajes eran más formales que efectivos33, y se asistía a una política de escisión entremezclada con una campaña de unidad, lo que creaba tal confusión que dificultaba a las organizaciones de base atraer las masas revolucionarias de la CNT.

El Comité Nacional de Reconstrucción, y los sindicatos rojos partidarios de la ISR servirían de punta de lanza para la preparación de la Conferencia Nacional de Unidad Sindical promovida por los comunistas en julio de 1932. Su portavoz, Unidad Sindical, se volcará en fomentar la idea de unidad según los moldes de la IC.

Para lograr esta unidad, el PCE intentará un nuevo camino, crear su propia Central, la Confederación General del Trabajo Unitario (CGTU).

«Los Sindicatos adheridos a la ISR en su Conferencia del día 2 de julio [de
1932] han constituido un Comité Provisional que prepare un Congreso de todos los
Sindicatos Rojos para la creación de la Conferencia General del Trabajo
Unitario, que permita la unificación de toda la clase obrera bajo la plataforma
de la lucha de clases. »34



Antonio Mije fue el encargado, por parte de la dirección del PCE, de formalizar la creación de la CGTU siendo la publicación de Frente Único, su órgano central. El análisis simplista de la razón de ser de la CGTU era «que la CNT que era la fuerza mayor del movimiento sindical, está en descomposición, y la UGT tiene sus masas en rebeldía y llevan a la practica nuestras consignas»35

La CGTU pretendía agrupar todos los sindicatos comunistas, entre ellos el SUM, y atraer los sindicatos autónomos presentando de esta manera un frente amplio para ser un interlocutor de peso frente a las demás Centrales Sindicales. Pero la fuerza sindical comunista se quedara muy por debajo de lo que disponían tanto la UGT como la CNT.

Además era difícil interpretar la diferencia que podía existir entre la CGTU y el CNUS, y fue necesaria la aclaración del CE del PCE36 .

Ni el PCE, ni la CGTU lograban implantar una sólida infraestructura sindical. La CNT y la UGT se mantenían con suficiente influencia en el mundo del trabajo, y no daban muestras de autodisolverse ni deseos de desaparecer.

Con la nueva estructura del sindicato, a finales de 1932, trasladando las secciones en los lugares de trabajo, el SUM presentó un frente de acción que tuvo relieve en particular en Sama, Turón y San Martín del Rey Aurelio. Cada movimiento huelguístico veía como el SUM proponía la creación de un Comité de huelga donde si bien no tenían primacía, si quitaban peso al SOMA, por lo que este ultimo trataba por todos los medios de minimizar las actividades de estos comités. El SUM supo mostrar coherencia revolucionaria en sus planteamientos, y fue una de las organizaciones que con mas rigor aplicó las consignas del Frente Único. El SUM fue un referente para los mineros, pero en el momento en que aparecía el PCE, con su postura incondicional a la IC, y la falta de continuidad en la línea política de su dirección se creaba desorientación en las bases y no permitía la consolidación de lideres capaces de orientar y dirigir las luchas de los mineros en función de las condiciones propias de la cuenca minera asturiana.

Pero los imperativos de la IC modificaron los planteamientos defendidos por el CE del PCE acerca del Frente Único, y el 11 de septiembre de 1934 el Comité Central del PCE decidió la adhesión a las Alianzas poniendo como condición la libertad de critica. El CE tuvo que enviarcirculares a todos los Comités Provinciales37 para explicar el nuevo posicionamiento que consideraban como «la consecuencia lógica de su táctica consecuente de Frente Único» . Se pasó de los ataques verbales a las Alianzas, a considerarlas idénticas al Frente Único. Para eso, los comunistas intentaban incluir en las Alianzas, además de representantes de partidos y sindicatos, delegados de fabricas y de centros de trabajo y tener así mas influencia en las decisiones.

La falta de confianza de la CGTU, como la del CE del PCE, hacia la Federación de Asturias y el SUM, se hace patente cuando el 8 de septiembre de 1932 se propone constituir la Unión Regional de Sindicatos Mineros38.

Hechos como la separación de dirigentes comunistas como Benjamín Escobar serían los que debilitaban las organizaciones comunistas y el SUM en particular. Era difícil para el minero asturiano entender las actitudes de los dirigentes de la dirección de Madrid, con sus diferencias palaciegas u ideológicas que se extendían en el campo doctrinario, pero que se alejaban de sus condiciones reales de vida.

A partir de 1934, se va asistir a otro cambio de estrategia de los comunistas en el campo sindical, en particular en lo que refiere a los temas de unidad. Se eliminaron los ataques directos a los dirigentes de las demás centrales sindicales, se ignoró la «absorción unitaria» dentro de la CGTU, y se suavizó ( los tics adquiridos no llegaran a eliminarse totalmente, y se podrá leer los calificativos de «Judas socialistas» ó «renegados del SOMA»39) los comentarios despreciativos hacia la UGT y CNT.

El Congreso del SUM en marzo de 1934, no contenía en su orden del día intromisión alguna con los demás sindicatos como se acostumbraba hacer. En el Congreso Provincial de los Sindicatos Rojos de Asturias los 21, 22 y 23 de julio de 1934, se discutieron también los asuntos propios a CGTU40.

El 15 de agosto de 1934, Antonio Mije, como secretario general y en nombre del Buró de la CGTU, hacía otro llamamiento a la Comisión Ejecutiva de la UGT para «lograr la unidad de acción para objetivos concretos y que puede significar un punto de partida para pasar a gestiones directas que en un porvenir próximo nos lleven a lograr la unificación sindical del proletariado enuna sola central»41. Anteriormente, el 25 de julio ya se había cursado otra carta que no tuvo contestación.

La revolución de Octubre tuvo como efecto, por parte del PCE, insistir aún más en la unidad con las demás fuerzas obreras42, en especial con el PSOE. Las campañas contra la represión, por la liberación de los presos y la unificación de las fuerzas antifascistas fueron el eje de sus planteamientos. Pero el PCE pretendía ir mucho más allá en la unidad de acción. Así pues, el 26 de noviembre de 1934, envió una carta a la Ejecutiva del PSOE para la creación de Comités de enlace43. Estos Comités que se superponían a las Alianzas Obreras no fueron en realidad muy efectivos.

A lo largo del año 1935, estaba claro, tanto para el PCE como para la CGTU, que a pesar de todos los intentos para dominar el mundo sindical su fuerza en el ámbito nacional era muy débil.

La correspondencia de los días 8 y 15 de noviembre entre la UGT y la CGTU44 daba cuenta de los acuerdos a los que habían llegado las dos centrales, y exponía las instrucciones para llevar a la practica dicha fusión. En cuanto al SUM se indicaba claramente que éste se integraría en el SOMA, y que se celebraría un Congreso para elegir la nueva dirección. El 22 de noviembre de 1935, el Comité Nacional de la CGTU enviaba «A todas nuestras organizaciones y simpatizantes» una nota en la que destacaban el acuerdo de fusión con la UGT45.

El 21 de diciembre de 1935 relatando el estado de fusión CGTU y UGT, se indicaba:

«ASTURIAS: El Sindicato Único de Mineros (CGTU) y el Sindicato Minero Asturiano (UGT) han establecido un acuerdo para la fusión. En las secciones de base ( de
mina, locales, etc.) la dirección será nombrada democráticamente. En los Comités
Comarcales y en la dirección central se renovaran los cargos del SMA a medida
que puedan celebrarse las reuniones. »46



Los militantes del SUM se integraron en el SOMA. Éste agrupó prácticamente a todos los mineros y vio crecer aún más su influencia en la cuenca minera. Se mantuvo el Sindicato Únicode los anarquistas, siempre afiliado a la CNT, utilizando en 1937 tanto la denominación «SUM (CNT)» ó «SUM, Comité de Relaciones»47.

CONCLUSIONES

Frente a una Patronal organizada para defender sus intereses, los obreros intentaron mejorar sus pésimas condiciones de vida y emprendieron movimientos reivindicativos de manera desordenada que se traducían por una serie de fracasos, con el desánimo correspondiente. En 1910, con la creación del SOMA, Llaneza al frente, los mineros empezaron un historial de luchas, con altos y bajos, pero de eficacia y de respeto.

La situación internacional, política y económica, fue un factor que ayudó a la aparición de la organización obrera. La revolución rusa constituyó un aliciente y un horizonte para la clase obrera española. Si bien había diferentes interpretaciones sobre aquellos acontecimientos por parte de los dirigentes comunistas, socialistas y anarquistas, para las bases obreras predominaban admiración y ejemplo. Eso explica la actitud de los mineros a lo largo de los numerosos Congresos del SOMA en 1922. No estaban dispuestos a renunciar al movimiento huelguístico ya que era su principal arma para enfrentarse a la Patronal. Esta última jugó un papel importante para la división de los mineros. Su actitud intransigente, prepotente y arrogante era considerada como provocadora por los mineros. Se comportó con espíritu de clase al mismo tiempo que negaba la lucha de clases y llamaba a la solidaridad para mantener sus privilegios. Nació entonces el SUM, un sindicato minero situado a la izquierda del sindicato socialista. Es necesario subrayar el papel del propio Llaneza en la escisión del SOMA y la creación del SUM. No cabe duda que sus relaciones con los comunistas eran poco cordiales. Suoposición a la III Internacional era clara y no dejaba ninguna posibilidad de entendimiento. Por otra parte su fuerte personalidad no permitía intromisión alguna en sus planteamientos. Maniobró con éxito e inteligencia para que la dirección no se le fuera de las manos, pero su comportamiento hacia los comunistas fue de puro enfrentamiento, particularmente a raíz de la perdida de la secretaria en 1921. Finalmente hay que destacar la actitud de los comunistas. Aquí hay que diferenciar la Dirección de Madrid, donde las órdenes de la IC eran transmitidas a las direcciones provinciales, sin más, y la Federación Comunista de Asturias quien trataba deadaptar las consignas a la realidad48. No era fácil conseguirlo, y esta posición creaba relaciones tensas entre Madrid y Oviedo.

Los mineros comunistas, apoyados por los anarquistas, a quien habían integrado en el Sindicato Minero, representaban el ala más revolucionaria, mas decidida de los trabajadores de la cuenca minera. Su respeto entre los demás mineros era reconocido, y su abnegación e integridad constituían un atractivo para participar en los movimientos reivindicativos que promovían. Su salida del SOMA y la creación del SUM, fue sin duda un error, pero...¿tenían otra alternativa?

Con la consigna «Ni un céntimo menos, ni un minuto más» de 1922, el SUM supo encauzar las aspiraciones de los mineros. Pero fue sin duda la huelga de 1927 la que arrastró mayor simpatía hacia sus militantes.

En 1932, con la celebración de la Conferencia Nacional de Unidad Sindical, el PCE intentó dinamizar el problema sindical, promoviendo un Comité Nacional de Unidad Sindical para «luchar por la unificación de todos los obreros de España», constituyendo la Confederación General del Trabajo Unitario que aglutinaría a todos los sindicatos partidarios de la ISR. Las consignas de Frente Único y de Unidad se diluían en actuaciones que debilitaron los esfuerzos de los militantes.

El SUM tardaría diez años, desde su creación, en adherirse a la ISR, y sólo tres años después se fusionó con el SOMA. No se puede decir que disfrutaba de la confianza de los responsables políticos del PCE. El recelo era mutuo, y sólo «la fe hacia la revolución rusa» lograba que se mantuvieran relaciones orgánicas. Los vaivenes de la política sindical de una dirección del PCE que no supo definir sus propias estrategias sindicales terminaron con la mayor organización obrera comunista.



Ceferino Álvarez


NOTAS:
1 SANTULLANO, G.: Historia de la minería asturiana, Salinas, Ayalga, 1978, p.144 y siguientes.

2 SUÁREZ, J.: El problema social minero en Asturias, Oviedo, 1896: «Creemos firmemente que siempre puede prevenirse una huelga minera de carácter general, si con prudencia y energía se adoptan las convenientes medidas preventivas, para mantenerlas y hacerlas eficaces se cuentan con 300 ó 400 hombres del ejercito.» citado por MORADIELLOS Enrique, El Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias, 1910-1930, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1986, p. 37.

3 Maximiliano ARBOLEYA escribía en De la acción social. El caso de Asturias, p. 164. ,«He podido comprobar un curioso contraste: un patrono me hacía de Llaneza el más acabado elogio y a renglón seguido un minero del Sindicato me daba cuenta de la hostilidad y desconfianza crecientes contra el caudillo, hostilidad y desconfianza que de vez en cuando aminoraba algún triunfo, alguna «piltrafa» que de común acuerdo arrojaban a los obreros, los patronos encantados y el caudillo satisfecho.» citado por D. RUIZ, El movimiento obrero en Asturias, Gijón, Júcar, 1979, p. 132.

4 Reproducido en RIMA,16 de enero de 1921.

5 El Carbayon, del sábado 4 de diciembre de 1920, escribía en el articulo «Empieza la huelga minera», «En las primeras horas de la mañana de ayer comenzó el paro general en las minas de Asturias, excepción hecha de las pertenecientes a la Sociedad Hullera Española en las que los obreros afiliados al sindicato católico minero continúan trabajando. » El Socialista.15 de diciembre de 1920, «La huelga».

6 En el Congreso de Mayo de 1922, Llaneza señalaba que 1920 finalizaba «con una huelga que tuvo para nuestra organización funestisimas consecuencias no sólo por los daños que ella originó, sino porque significó el comienzo del cisma que tantos males causó a la disciplina y a la hermandad de los trabajadores.»

7 Archivo Histórico del Partido Comunista de España (AHPCE) «El partido comunista al proletariado español», 11 septiembre 1920, Carpeta 3.

8 ÁLVAREZ, Ramón: José Maria Martínez,. Símbolo ejemplar del Obrerismo Militante, Ed. Autor, Gijón, 1990, p.69.

9 SABORIT, A.; Asturias y sus hombres, Toulouse, Dulaurier, 1964, p.185.

10 El Gobierno seguía con atención los acontecimientos en el seno del SOMA. El 19 de agosto de 1921, el Gobernador de Oviedo enviaba el siguiente telegrama al Ministro de Gobernación: «Comité ejecutivo minero, renovado con elemento caracterizadamente sindicalista, según he puesto conocimiento ese Ministerio en telegrama fecha 1º de los corrientes, acordó funcionar con estas agrupaciones de carácter sindicalista de que estaba distanciado, adhiriéndose a la Internacional de Sindicatos Rojos de Moscú. Vengo prestando debida atención nueva orientación por cuanto importa movimiento societario y puede afectar orden publico. » Archivo Histórico Nacional (AHN), leg. 58, exp. 33.

11 «Pero hay una mejora que los mineros españoles hemos conseguido, que no han podido aún alcanzar ningún país del mundo a pesar de sus grandes organizaciones. Esta es la jornada de siete horas en el interior de la mina.»
En 1927 el propio SOMA mostrara su conformidad a la vuelta a ocho horas en el interior de las minas, lo que le enfrentara directamente al Sindicato Único de Mineros de Asturias (SUM). RIMA, 1 de octubre de 1921

12 RIMA, 16 de enero de 1922.

13 SABORIT, A., Asturias y sus hombres, p. 206. Por su parte DÍAZ NOSTY, B.: «Asturias bajo el signo de la Revolución» en Historia de Asturias, Tomo 8, Salinas, Ayalga, 1977, escribe: «por 5.460 votos contra 2.329, se acordó la vuelta al trabajo.», p.189

14 «Hago memoria de que yo aconsejé a Llaneza que no expulsase del Sindicato Minero Asturiano a las secciones mineras influenciadas por el marxismo ruso (leninismo). Estas secciones pueden constituir- le dije- la izquierda de la organización sindical minera, la oposición, siempre necesaria, dentro de toda organización social o política, con lo que se evitara una escisión del Sindicato, muy peligrosa lo mismo para la integridad y potencialidad de éste que para la causa de las masas mineras y de la democracia. No atendió Llaneza mis indicaciones.» A. OLIVEROS Asturias en el resurgimiento español, Gijón, Silverio Cañada, 1989, p. 185.

15 La Antorcha, 1 de diciembre de 1922.

16 El Noroeste, 21 y 29 de noviembre de 1922.

17 SHUBERT Adrián, Hacia la Revolución, Barcelona, Editorial critica, 1984.

18 La Antorcha, 26 de enero de 1923.

19 El 24 de marzo de 1925, el Subsecretario de Gobernación enviaba a los Gobernadores Civiles la circular nº 128, en la que decía: «Por encargo del Sr. Presidente del Directorio encarezco a VS que sin prejuicio de velar en todo momento porque se cumplan las disposiciones vigentes en materia de voto corporativo, no se creen dificultades a las corporaciones o asociaciones de carácter socialista, teniendo en cuenta que la política del Directorio no ha sido en ningún modo la de perseguirles o impedir su funcionamiento y el ejercicio de sus derechos y que no se avendría con esa política el crear un ambiente de descontento en las fuerzas socialistas por cuestiones que deben desenvolverse con arreglo a normas de justicia. » AHN, leg. 58, exp. 34.

20 Hay que notar como el SUM se dirigió a la CNT y no al Comité Nacional de Reconstrucción (CNR) de la CNT para pedir apoyo a la huelga. En el acta de la reunión del 6 de junio de 1931 del Comité Ejecutivo del PCE, para discutir sobre la cuestión sindical-AHPCE, microfilme IV(60)- se discutió ampliamente sobre el próximo congreso de la CNT, y solo al final se abordó el problema de la huelga que sostenía el SUM, decidiendo dar por parte del CNR un donativo de 1.000 Ptas., y que «en el primer número de Mundo Obrero, se inserte el llamamiento del CNR invitando a los obreros a solidarizarse con los mineros». Pero sin emitir una sola orientación al conflicto.

21 AHPCE, «Nuestras tareas inmediatas en el dominio sindical», 16 de agosto de 1931, Microfilme IV (64).

22 Solidaridad , Gijón,18 de julio de 1931.

23 El Noroeste, 5 de mayo de 1931 y 1 de septiembre de 1932, citado por Samuel RODRÍGUEZ, «Implantación y confrontación en el sindicalismo de clase. 1931-1934.» en Estudio de Historia social, nº 31, 1984, p. 105.

24 AHPCE, caja 135, carp. 2.

25 En términos generales se pueden esbozar los siguientes datos: 1920: 39.093 mineros, 24.551 militantes del SOMA, 62,8% mineros pertenecen al sindicato; 1932: 30.420 mineros, 13.000 pertenecen al SOMA, 6.000 al SUM(ISR), y 1.200 al SUM (CNT), lo que suma 20.200 afiliados a sindicatos, es decir, el 66% de los mineros. Lo que demuestra que no decae, al contrario, el interés de los mineros hacia los sindicatos.

26 La Antorcha, 27 de marzo de 1927.

27 Ver carta del 2 de septiembre de 1929 del C. E. al C. R. en la que se escribe, entre otras: « hasta la fecha la mayoría de los comunistas de nuestro Partido, son comunistas honorarios, que ni pagan sus cuotas al Partido, y hay que terminar radical y rápidamente con esto. De lo contrario, jamás podremos hacer nada. Las Federaciones deben bastarse a sí mismas para sus gastos. Naturalmente que, dado el estado de desorganización de vuestra Federación, lo demuestra el hecho de que no podáis celebrar un pleno por vuestros propios medios como lo hacen otras Federaciones...», a lo que contestaba el día 7 el Comité Regional: «En cuanto a organización, no negamos lo que podemos llamar abulia de los militantes: pero, de eso a suponer que seamos modelo de desorganización hay un abismo. Se puede asegurar que será este regional el único en España que cobra de una manera normal sus cuotas a los afiliados ...». El 20 de octubre de 1929, el CE del PCE escribía a la FCA: «Hemos recibido vuestra carta del 14, en la que. Por no perder vuestra costumbre, y en un tono verdaderamente inacostumbrado e inadmisible en nuestros Partidos, no hacéis otra cosa que censurar al CE» AHPCE, Film II, 39.

28 AHPCE, Film IV, 52

29 AHPCE, microfilm IV(64), cartas del 13 y14 de febrero de 1931.

30 NIN Andrés, «La situación política, el peligro fascista y la necesidad del Frente Único del proletariado», agosto de 1931, en Los problemas de la revolución española, Paris, Ruedo Ibérico, 1978, p. 92.

31 Frente Rojo, 7 de julio de 1932, «El frente único en acción» de Manuel Adame.

32 El Socialista, 16 de marzo de 1925. «Importantes acuerdos del Congreso Minero asturiano»

33 NIN Andrés, «La carta abierta de la Internacional Comunista y el Congreso del Partido. La revolución española, el Partido Comunista y la Oposición», Comunismo, marzo de 1932, en Los problemas de la revolución española.

34 Ibidem.

35 Frente Único, 15 de julio de 1933.

36 AHPCE, caja 135, carp.13, «Informe del 8 de septiembre de 1932. »

37 AHPCE- F VII.

38 AHPCE, Caja 135, carp. 5.

39 Frente Único, 23 de febrero de 1934, «Hacia la unidad de acción en las minas».

40 Frente Único, 30 de julio de 1934. «La CGTU en Asturias» .

41 Frente Único, 15 de agosto de 1934.«La CGTU insiste nuevamente cerca de la UGT».

42 AHPCE, sig.5 y 10, p. 88: «1934 ocupa un lugar destacado en la historia de la lucha de nuestro pueblo contra el fascismo y no solo por su heroico levantamiento armado, sino porque en él se inicio el camino de la clase obrera hacia la unidad de acción. »

43 DÍAZ José, «A la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista», 29 de noviembre de 1934.

44 AHPCE, caja 135, carp. 5

45 ibidem

46 ibidem

47 Archivo Histórico Nacional, Guerra Civil (AHNGC), K227.

48 Es curioso como el Comité Ejecutivo del PCE a través del Secretariado del C.N. de Reconstrucción culpaba al SUM de los fracasos, y las criticas que exponía eran mas bien autocríticas que hubiesen tenido que hacerse. Así escribían: «El SUM por falta de ligazón con la base no ha sabido interpretar bien en su política las reivindicaciones de las masas de obreros mineros. En su programa reivindicativo, al lado de las consignas comunes a toda clase trabajadora no figuran las reivindicaciones inmediatas especificas de los trabajadores del subsuelo, y el ultimo Congreso no ha podido corregir esta falta importante. [.] Existe en los cuadros dirigentes del sindicato un gran temor al método revolucionario de la autocrítica que los militantes responsables del Sindicato no han aprendido a considerar como la mejor manera de rectificar los errores.» Unidad Sindical, «Resolución del Secretariado del C.N. de Reconstrucción sobre la actuación del Sindicato Único Minero de Asturias», 17 de mayo de 1932.




Publicado en: Actas del I Congreso sobre la historia del PCE 1920-1977. Fundación de Investigaciones Marxistas, 2004.

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