El cielu por asaltu

Recuperar la dignidá, recuperar la llucha. Documentos pa la hestoria del movimientu obreru y la clase obrera n'Asturies.

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domingo, octubre 22, 2006

Cristino García Grandas


Hace 5 años escribía un periodista de El Pais: "El cementerio de Carabanchel, al suroeste de Madrid, guarda celosamente muchos secretos. Uno de ellos acaba de ser descubierto por Antonio Ortiz, técnico municipal estudioso de la historia de la ciudad. En un columbario de ladrillo y lápidas de imitación marmórea de apenas dos palmos de extensión del cementerio de Carabanchel Sur ha hallado varios enterramientos llenos de significado. Corresponden a personas cuyos nombres, en principio, no sugieren nada: Cristino García Granda, Alfredo Ibias Pereiras, Francisco Esteban Carranque, José Vitini Flórez... Las cenizas de los tres primeros ocupan un solo columbario y bajo sus nombres, a cuyo pie figura la fecha de 21 de febrero de 1946, se alinean rosas rojas de plástico. El nicho que alberga las cenizas de Vitini tiene inscrito su nombre, la edad a la que falleció (33 años) y la fecha del 28 de abril de 1945. ¿Quiénes eran aquellos hombres? El más destacado de ellos fue Cristino; tanto que hoy, y desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, García cuenta en París con una calle no lejos de la Puerta de Montreuil, junto a la calle de Émile Zola y la avenida Joffre, en el Distrito XX"

Cristino García Granda nació en Sama de Langreo (Asturias) en 1914. De profesión minero tomó parte en la revolución de octubre de 1934. En 1936 siendo marinero, su barco se encuentra en Sevilla en el momento de producirse el Alzamiento. Con varios compañeros se amotina apoderándose del buque y poniendo rumbo a Gijón. Participa en la contienda al mando de un grupo de mineros destacando en acciones de hostigamiento en la retaguardia del bando nacional. Más tarde se integra en el XIV Cuerpo del Ejército, donde alcanza el grado de teniente. Cruza la frontera camino del exilio en 1939 donde ingresa en un campo de concentración.

Durante la segunda guerra mundial los franceses le conceden el empleo de teniente coronel y manda la División 158, de la agrupación guerrillera. Entre sus acciones: sabotajes en las minas, emboscadas a los alemanes, liberación de presos políticos en Nimes, toma de Foix, batalla de la Madeleine. Hace 1.200 prisioneros a los alemanes quitándoles un buen número de cañones y blinfados. Alcanzando el grado de Héroe Nacional de Francia.

En 1944 toma parte en la invasión de maquis a través del Pirineo. Tiene como misión internarse en Madrid para formar el Centro General de Resistencia y la Agrupación Guerrillera de la Zona Centro. En septiembre de ese mismo año y ya en Madrid, cae en manos de la policía.
El 9 de febrero de 1946, es condenado a muerte. El gobierno francés intercede por su héroe nacional. Multitud de manifestaciones y protestas ante la O.N.U.

En septiembre de ese año, las autoridades de la localidad de Madeleine colocaron una lápida donde puede leerse: "Honneur a Cristino García, chef de maquis". El 25 de octubre del mismo año el Estado Mayor de la IX Región Militar, publica su Orden General nº 25 a "título póstumo", que decía: "Resistente desde la primera hora, dotado de un alto espíritu de organización y de combate. Se le concede a este jefe de élite la atribución de la Cruz de Guerra con estrella de plata".

En Saint Denis, su ayuntamiento le dedicó una calle.


Para leer en francés la balada fúnebre a Cristino García y sus camaradas (Pulsa aquí)


Cristino García Grandas, héroe Republicano. Del libro: "Españoles en la liberación de Francia: 1939-1945" -Felix Santos:
"Su gran experiencia de guerrillero, su firmeza y su capacidad, hicieron de él un jefe prestigioso y respetado. Impulsó los medios de reclutamiento, organizó el entrenamiento de sus hombres, planeó operaciones e intervino activamente en todas ellas.

Como las armas y los pertrechos escaseaban, el maquis las buscaba en los cuartelillos de policía, en los destacamentos alemanes atacados, y para ello comenzaron sus golpes de mano que cada vez fueron adquiriendo mayor importancia. Al propio tiempo intensificaron sus trabajos de sabotaje a todo lo que significara ayuda al esfuerzo de guerra alemán.

Al principio él y sus compañeros se dedicaron a hacer trabajos de sabotaje: derribar postes de conducción de energía eléctrica, descarrilamientos, destrucción de pozos de minas, etc. Sus repetidos ataques hicieron bajar la producción minera de la zona en un 60 por 100. (...)"

Seguir leyendo sobre su participación en las batallas de la resistencia contra los nazis (pulsa aquí)



Merecidos homenajes

Hace 4 años, en el 2002, el Partido Comunista de España celebró un homenaje en el cementerio de Carabanchel, donde la inscripción de la estela mural con los nombres de los revolucionarios pone: "En reconocimiento a los luchadores antifranquistas ejecutados en Madrid entre 1945 y 1949 enterrados en este cementerio, valedores y defensores de la Libertad y la Democracia. Y a todos los guerrilleros, hombres y mujeres, desconocidos y silenciados, por la misma causa".


Desde Civilización Socialista sólo podemos rendir nuestro más emotivo homenaje por el sacrificio de este revolucionario en aras de liberar a la humanidad del fascismo y de luchar por el socialismo. Los revolucionarios de tu pueblo y del mundo entero, no te olvidamos.

¡Viva el ejemplo del camarada Cristino! Nos quedamos con sus últimas palabras, poco antes de su muerte, en una carta a Pasionaria. Fue su última expresión de DIGNIDAD.

"No me importa lo que digan los fascistas, pues lo que me importa es lo que diga mi pueblo, al cual me debo y nos debemos todos. Por el, por su libertad, he luchado y lucharé. Estad seguros camaradas que un modesto militante del glorioso Partido Comunista, sabrá morir como mueren los Comunistas...." Cristino García. Prisión de Carabanchel, 15-2-46.

Extraído de: Civilización Socialista.

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José Fombona

Protagonista del dolor

José Fombona fue uno de los asturianos que sufrió el internamiento en un campo de concentración nazi. Su sobrino guarda su diario.

La vida de José Fombona no sale en los libros de texto, sin embargo su historia pertenece a una época en la que las anécdotas personales eran la verdadera materia prima de las fechas que hoy se memorizan. Concretamente la de Fombona fue 1939.

Durante aquel año, en plena posguerra civil española, aquel minero asturiano y dirigente republicano, nacido en Blimea en 1913, tuvo que exiliarse a Francia en donde viviría hasta su muerte y a donde llegó con una mano inútil a causa de una herida de guerra.

Aunque en el país galo consiguió trabajo en el sector de la minería, su actividad reivindicativa no cesaría. "Al llegar se alistó en la resistencia francesa y desde allí siguió luchando contra el fascismo y el nazismo" explica Julio Fombona, uno de sus sobrinos. Era el principio de la segunda guerra mundial.

Fombona continuó con su protesta activa hasta que en 1944 fue apresado por los gendarmes e internado en la prisión de Eysee junto a 1.200 prisioneros. "Por culpa de una revuelta dentro de la cárcel, los guardias fusilaron a doce presos y enviaron al resto al campo de concentración de Dachau (Alemania), en manos de los SS de la División Das Reich", relata el sobrino del desaparecido.

Según cuenta Julio Fombona, "mi tío no habló nunca de su experiencia en el campo de concentración hasta tres meses antes de morir". Sin embargo, él mismo narró en primera persona su experiencia en aquellos campos de muerte en unos manuscritos que más tarde su sobrino recuperaría. "Mi tío me contó que los sacaban de madrugada a la intemperie, casi desnudos, y a quien flaqueara lo molían a palos o le echaban a los perros".

José Fombona era el número 73.452 de Dachau. Allí permaneció durante un año, "en el que estuvo a punto de morir por una paliza". Cuando salió y se jubiló, internó en la Federación Nacional de Deportados e Internados Resistentes y Patriotas (F.N.D.I.R.P.), con la que viajó por toda Europa del Este para contar su experiencia y denunciar los regímenes totalitarios.

"Durante esa época se trasladó a vivir a Vallauris, en el golfo de Juan (Cannes), muy cerca del domicilio de Picasso" señala su sobrino mientras observa las fotos. "me contó que llegaron a hacerse amigos y que incluso el pintor le hizo un dibujo sobre la minería que más tarde se perdió".

José Fombona tardó mucho tiempo en volver a Asturias. "Cuando lo hizo ya habían pasado varios meses desde la muerte de Franco, pero él quería ser precavido porque le buscaron durante mucho tiempo", detalla Julio Fombona.

En caso de José Fombona no es el único. Un estudio de Cultura revela que los nazis deportaron a los campos de exterminio al menos a 166 republicanos asturianos. Estuvieron en Mauthausen, Dachau y Buchenwald. Sus nombres ya se pueden consultar en la página web www.mcu.es .

La muerte del integrante de la resistencia francesa no pasó desapercibida en Francia. "Lo embalsamaron y estuvo cinco días expuesto en el tanatorio de Cannes", especifica su sobrino tragando saliva. "Murió en el 2001, el día de San José, con 87 años de edad".

Su sobrino quiere editar un libro con todos los manuscritos y fotos de su tío. "Tres meses antes de morir, cuando ya sabía que le quedaba poco tiempo me dijo: ´sobrino, no me inquieta que el fin esté cerca, solo quiero que sea breve porque ya he sufrido suficiente". Descanse en paz.

Sira G. Méndez


Publicado en: La Voz de Asturias, 9 de octubre de 2006.
Extraído de: La Voz de Asturias.

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Miremos pa ochobre

Ochobre, la comuna asturiana, el 34, la revolución, son pallabres comunes na memoria de cualesquier asturianu o, polo menos, na memoria de cualesquier asturianu que tea más de trenta años. Ye ún de los iconos más potentes de la nuesa memoria collectiva y va ser de les poques referencies contemporánies capaz de resistir el pasu les xeneraciones ensin perder la so xixa. Toi seguru que si a un asturianu-y entruguen polos dos sucesos más importantes de la historia d’Asturies, al marxe d’ideoloxíes o visiones del mundiu, diría que la batalla Cuadonga y la revolución d’ochobre. Duldo que falara del 25 de mayu y muncho menos diba alcordase de la fundación de la universidá, de la naguración del ferrocarril de Llangréu o de la formación de Comisiones Obreras.

La razón última pa desplicar esta custión ye que lo mesmo la resistencia escontra los musulmanes nel sieclu VIII que’l llevantamientu obreru nel XX son atalantaes como movimientos claramente asturianos, esto ye, populares. Por embargu, si facemos un analís fonderu, tanto Pelayu y los suyos como Tomás y los suyos taben condicionaos o, cuando menos, influyíos, por circunstancies estremaes de calter esterno. Si n’alta edá media fo l’imperiu carolinxu un fautor de muncho pesu, hai setenta y pocos años seríen l’ascensu’l faxismu y la revolución rusa. Pero, pesie a eso, nos dos momentos históricos alcontrámosmos con una reaición de basa popular, de xunidá de les fuercies que queríen un cambeu y d’aconceyamientu en torno a un símbolu de poder llexítimu: el princeps de los ástures nun casu ya’l dirixente d’un comité socialista notru.

Lo mesmo pasó nel 1808, cuando los asturianos, escontra la invasión francesa, alcontraron na Xunta Xeneral, una ayalga qu’aguantó l’esbaraye de los antigos fueros y que namái cuntaba con competencies económiques, la representación llexítima de la nación. La diferencia pente’l 25 de mayu y los otros dos momentos históricos ye que, por atentar más direutamente contra la idega del estáu-nación español que taba naciendo nel XIX, la declaración de soberanía de los illustraos quedó muncho más atapecía. Mentres que Pelayu conviértese nel gran rei cristianu pa mayor gloria de la monarquía hispana y ochobre quedó nel imaxinariu colleutivu de la esquierda, los de mayu foran escaecíos.

Vien tou esti entamu pa dicir que, pesie a lo que agora pensemos de la fracasada revolución del 34, sobro la que yo tamién teo les mios grandes diferencies, hai d’atender pa ella como pa lo que fue dende un puntu d’agüeye asturianu. Fo la puesta en marcha d’un proyeutu de tresformación asigún les idegues del momentu, les estratexes del momentu, la realidá nacional del momentu y les circunstancies internacionales del momentu. Talamente como podemos xulgar a los ástures de Cuadonga o a los lliberales de 1808. Nun diba Pelayu a fundar una comuna anarcosindicalista, nin Flórez Estrada un movimientu de los ensintierra, nin tampoco Belarmino Tomás una democracia de tipu keynesianu como les qu’apaecen dempués de la guerra mundial.

L’aniversariu la revolución d’ochobre tién de ser cellebráu. Evidentemente, nin tamos nes mesmes circunstancies nin la sociedá pola que naguamos ye la mesma. Pero nun debemos escaecer dos coses que naquel ochobre tuvieran clares los obreros asturianos. La primera ye que nun sólo yeren una clas, por muncho que categoría tala seya discutible dende les mesmes posiciones materialistes, sinón que tamién yeren un pueblu. Si eso nun fore asina, nun podríamos atalantar cómo ye qu’amplios seutores del campesináu cooperaran nes operaciones ya inclusive como dalgunos seutores de la pequeña burguesía y de les fuercies armaes tamién lo fixeran. Y tampoco seríamos quien a pescanciar por qué los obreros de los conceyos de Palacios del Sil o Babia, a la llamada a tomar la capital, nun marcharon sobro Lleón sinón sobro Uviéu. Y la segunda razón pa nun escaecer ochobre, coles sos lluces y les sos solombres, ye que los revolucionarios pretendíen construyir un mundiu meyor, el mundiu l’home nuéu, l’home sobro’l qu’escribieran Marx, Bakunin o Kropotkin, un home que fairía una sociedá ensin opresores ya oprimíos.

Dalgo más de setenta años después les enseñancies del 34 son munches. Hailes morales ya ideolóxiques, estratéxiques y táutiques, hasta sentimentales y psicolóxiques si mos apuramos. Pero hai una que nun podemos escaecer: fora ún de los momentos más importantes de la historia d’Asturies, pescanciando esi momentu como nel que se tomó una decisión colleutiva de sobrovivencia y pruyiciu por vencer. Nun fora posible. Igual si lleguen a ganar taríamos gëi peor. ¿Quién sabe?. Pero nun podemos mirar pa ochobre con hipótesis contrafactuales o pensando nel estalinismu de los cuarenta y cincuenta o nel réxime de Pol Pot, como faen los revisionistes de la historiografía. Miremos pa ochobre como tién de ser, como un momento únicu na historia d’Europa, na historia’l movimientu obreru y na historia de los pueblos.

David M. Rivas


Espublizao en: Infoasturies, 6 d'ochobre de 2006.

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martes, octubre 17, 2006

La Comuna de La Felguera

Es sabido que la historia siempre la hacen los vencedores, limando lo que no interesa y exagerando en beneficio propio aquellos actos de los que se puede sacar algún rendimiento publicitario. Esto no es nuevo, pero hay que decir que entre los perdedores también hay clases. De manera que en un episodio tan controvertido como el de la Revolución de Octubre siempre se da por hecho que los protagonistas más esforzados fueron los obreros marxistas, olvidando al otro gran bloque ideológico de la época: los anarquistas, que, arrastrados por el rodillo de los tiempos, parece que nunca existieron, y sin embargo -pongamos las cosas en su sitio- su esfuerzo fue al menos igual que el de sus compañeros.

Pero son tantos los mitos que nos han hecho creer que a veces resulta difícil aceptar lo que leemos en las hemerotecas, y si no vean el ejemplo: un panfleto distribuido en las Cuencas el día 4 de octubre de 1934, es decir, 24 horas antes del inicio de la revolución: «¡Trabajadores! No os dejéis engañar por ese falso camino que os brindan para la unidad. Vuestros jefes os traicionan. La Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución. ¡Abajo la Alianza Obrera de la traición!

El texto no nos sorprende hasta que leemos su firma: el Partido Comunista, que se opuso a la Alianza desde su constitución y que cuando comprendió que el movimiento era imparable se convirtió en su mayor defensor. En fin, hoy no voy a escribir sobre los aspectos militares de aquellos días ni sus consecuencias, que ya han sido analizados hasta la saciedad, sino sobre un punto que casi no tocan los historiadores que se refieren al 34 y que por su interés merece que alguien le dedique un trabajo más serio: la organización de la Comuna de La Felguera, una de las escasas ocasiones que se conocen en que los anarquistas pudieron poner en marcha su modelo de sociedad sin autoridad.
Apenas dos semanas de lucha y de revolución, pero en las que se evidenció el contraste que entonces existía entre las dos Cuencas. En el Caudal, zona de dominio absoluto de la UGT, se impuso la idea de la disciplina férrea y de lo que debería ser la dictadura del proletariado, con la abolición de la propiedad privada y la sujeción a las normas que se dictaban desde el Comité, e incluso en Sama también se dispuso la misma obediencia y la disciplina a las autoridades «militares». Sin embargo, en La Felguera -la única zona de Asturias, junto a Gijón, en la que eran mayoría los anarcosindicalistas de la CNT- se proclamó la anarquía. Dos ideas muy distintas, pero luchando en el mismo bando: el comunismo autoritario y el comunismo libertario.
Avelino González Mallada, que fue secretario nacional del sindicato en 1925 y más tarde alcalde de Gijón, escribió a este respecto: «Los trabajadores de Sama que no pertenecían a la religión marxista preferían pasar a La Felguera, donde al menos se respiraba. Allí estaban en presencia los dos distintos conceptos del socialismo: el autoritario y el libertario; a cada orilla del Nalón las dos poblaciones hermanas gemelas iniciaban una vida nueva: por la dictadura en Sama; por la libertad en La Felguera».

¿En qué consistía esto último? ¿Cómo era posible organizar una sociedad sin jefes ni autoridades y en la que cada individuo era dueño de sí mismo? Para empezar, todos debían ser iguales, y como la mayor causa de desigualdad es el dinero, pues había que hacerlo desaparecer. Alguien puede pensar que aquella disposición fue una postura cómoda para quienes nada tenían y que se hizo de cara a la galería, pero el caso es que se llevó al extremo. Es inmoral meter en el mismo saco lo sucedido en los diferentes pueblos de Asturias; es cierto que en todos la economía se basó en la distribución de vales, pero hay que saber que mientras las tropas de Ramón González Peña se incautaban del dinero depositado en el Banco de España, cuando la columna anarquista llegó a Infiesto rechazó abrir las cajas fuertes de los bancos locales en el convencimiento de que la moneda ya era cosa del pasado burgués. Increíble desde nuestro punto de vista y también desde quienes entonces ya sabían que la utopía no podía llegar lejos, ni aunque se ganase la revolución.

Conocemos la estructura de la organización social de aquellos días por el recuerdo de sus protagonistas y el testimonio de Manuel Villar, entonces director de Solidaridad Obrera, el órgano de la CNT de Cataluña: se formó un comité de abastos encargado de recoger y almacenar los productos de primera necesidad, y otro de distribución que los repartía a las familias según el número de bocas a alimentar.

Las requisas llegaron hasta los concejos vecinos y se centralizaron en almacenes para su reparto entre la población; para ello se utilizaban vales en los que figuraba el valor del canje en pesetas, aunque se aclaraba que «se hace así con el objeto de racionar mejor el consumo, quedando, por lo tanto, suprimida la circulación de la moneda».

Se nos ha contado, incluso por autores de izquierda, como los firmantes de la «Historia general de Asturias», dirigida por Paco Taibo II, que los comités de La Felguera «actuaron como autoridad indiscutible, no sujetos a ninguna otra forma de voluntad colectiva, a ninguna asamblea o reunión». No es cierto: los testigos -cada vez menos por la razón del tiempo inexorable- recuerdan perfectamente el funcionamiento de las asambleas populares y citan lo ocurrido en Nava o Valdesoto, donde se convocó al pueblo para contar y extender la experiencia felguerina, que fue aceptada de inmediato.

La sanidad y la atención a los heridos en combate se dejaron también en manos del colectivo sanitario, que organizó el servicio a su conveniencia, de forma que siempre hubiese retenes disponibles, y todos los vehículos -incluidos los particulares- pasaron a disposición del comité, que, dadas las circunstancias, autorizaba los viajes disponiendo de su propia brigada de conductores.

Un asunto prioritario fue el mantenimiento de la actividad en las minas y en los talleres de Duro Felguera, donde nunca dejaron de funcionar los hornos ni la distribución eléctrica, ampliándose además el trabajo para blindar camiones y fabricar un combustible basado en una mezcla de benzol y gasolina. En las escuelas de la empresa quedó establecido el cuartel general de los revolucionarios, y en la Escuela Industrial, la cárcel.

Como en otras partes, la iglesia parroquial y los archivos municipales fueron incendiados, pero aquí el trato a los mandos empresariales también fue distinto: desde el primer momento el director y los ingenieros de la fábrica fueron tratados con respeto y se les informó de su condición de compañeros e iguales y de la necesidad de sus servicios en la nueva sociedad que se estaba creando; sólo se demandaba su trabajo para ser considerados como uno más. Cuando todo acabó y el Ejército estatal llegó a la cuenca del Nalón, los propios directivos manifestaron la tranquilidad que siempre habían sentido y su respeto por «la hidalguía del pueblo de La Felguera».

Una experiencia breve e increíble desde el punto de vista del siglo XXI, que sirvió para otro intento de mayor calado: durante la guerra civil la CNT decidió abolir la propiedad en la zona rural que controlaba en Aragón y algunos pueblos del Levante. Llegaron a funcionar, a pesar del desarrollo del conflicto bélico, más de 450 granjas colectivas y en un año se logró poner a producir el 40 por ciento de las tierras incultas de la zona, atendiendo la economía sin utilizar otra cosa que el intercambio entre cooperativas y la distribución de la producción.

Finalmente, este modelo de sociedad libre, único en todo el devenir de la humanidad, fue aplastado por las columnas comunistas de Enrique Líster y de El Campesino. Y que cada uno asuma su historia.

Este julio nos dejaba, a los 91 años, Avelino F. Cabricano, uno de los últimos luchadores de La Felguera, que se mantuvo fiel a la Idea hasta el final. Sólo lo vi en una ocasión, hace un par de años, asistiendo en La Felguera a un acto en el que tuve el honor de intervenir, en el que se homenajeaba a Aquilino Moral -otro de aquellos cíclopes que dedicaron su vida a la Utopía-; más tarde supe de su vivencia, y ahora siento, como en otras ocasiones, la sensación de la oportunidad perdida. A él quiero dedicarle hoy este artículo. Alguien dijo una vez, y si no lo digo yo ahora, que los mejores archivos de las Cuencas están en sus cementerios.


Publicado en: La Nueva España, 28 de agosto de 2006.
Extraído de: Nenyure.

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